Manuel “Sevillita”: “tomé la alternativa por un día, pero para toda la vida”

11 de Enero de 2018
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Manuel Muñoz Sevilla, “Sevillita”, nos abre las puertas de su casa y nos recibe para hablarnos de su vida en el mundo del toro. Ha sido banderillero de confianza de la mayor figura del toreo de todos los tiempos, Julián López “El Juli”, y en esta entrevista nos cuenta todas sus vivencias y su experiencia en lo más alto de la tauromaquia, siempre desde la sencillez y humildad que caracteriza a su persona. 

¿Cómo es Manuel Muñoz?

Una persona muy corriente. Soy deportista de toda la vida. Muy campero, me gusta mucho el campo y estar en casa, soy muy casero. Me considero una persona muy alegre, no me gusta ser negativo, siempre soy positivo en todo, muy optimista. Sé que lo que hace una persona lo puede hacer otra, y como te lo propongas en la vida lo puedes conseguir.
Jose E. Domínguez

Su infancia en Los Barrios.

Mi infancia fue en Zanona. Allí nací y allí me críe. Con 15 o 16 años me vine a vivir a Los Barrios. Estuve en el internado de Los Barrios, allí íbamos todos los chavales que vivíamos en el campo. Mi infancia la recuerdo criando vacas, cabras y cochinos con mi padre, haciendo carbón, etc. Fue una infancia buenísima. Eran tiempos malos, pero nunca pasamos hambre. No teníamos lo que queríamos, pero nunca nos faltó de comer en casa.

¿Cuándo empieza su afición por el mundo del toro?

Desde niño, desde que tenía uso de razón. Recuerdo que me preguntaban cuando era muy pequeño a qué me quería dedicar y siempre decía que sería torero. Y todavía no había visto ninguna corrida de toros. Pero sabía que existía esa profesión y que me quería dedicar a ello. Mis padres no me hacían ni caso. Siempre he dicho que quería ser torero y piloto de helicóptero. Conseguí ser matador de toros con alternativa y piloto de autogiro, que es prácticamente igual que de helicóptero.

¿Cómo y cuándo comienza su formación?

Con 16 años me voy a Madrid a la escuela taurina. No había salido del campo en mi vida, y de ahí a la capital. Me hice un carnet de aspirante a novillero y por ese carnet me llamaron de la escuela taurina de Madrid para hacer una prueba. Se llamaba “Certamen de toreros del mañana”. Siempre que les decía a mis padres que quería irme a Madrid para ser toreros no me dejaban, pero cuando recibí la carta de la escuela taurina pensé “esta es la mía”. Cogí el tren en Algeciras y me fui con 5.000 pesetas en el bolsillo, un pantalón, una camisa y una muleta de torear.  Cuando me bajé en Chamartín y vi tanta gente, tantos coches y tanta prisa me entraron ganas de volver, pero pensé “yo he venido aquí para ser torero”, y me fui a la escuela taurina. Pensaba que aquello era como un internado y resulta que era una placita de toros con una chapa de uralita por detrás y allí dormíamos los chavales que llegábamos de fuera. Recuerdo que pregunté que dónde se comía y me dijeron que tenía que buscarme la vida. Así que me iba a las capeas, donde echaban toros por las calles, hacía algunos pases y pasaba el guante, que se decía, para que nos echaran alguna propina para ir comiendo algo. Pasé mucha calamidad en esa época, pero como era con gusto “no picaba”.

¿Tenía apoyos allí en Madrid?

Gregorio Sánchez, Andrés Vázquez, Serranito y varios profesores con los que empecé. Y como en todos lados había favoritismos. Y yo estaba allí sin padrinos. Me pusieron en alguna novillada, cortaba orejas y todo, pero no me volvían a proponer. En la escuela aprendí la técnica del toreo. También me fui con el espectáculo de “bombero torero” que tenía una parte seria donde se mataba un novillo. Estuve viajando con ellos dos años, toreamos más de 100 festejos al año y solo maté 8 novillos en ese espectáculo. Cuando no salía a torear pues hacia algunos quites con el capote o ponía un par de banderillas, siempre me servía para “placearme”.
Jose E. Domínguez

Terminó su formación y continuó en Madrid.

Me quedé allí mucho tiempo. En invierno me venía a Los Barrios y me ponía a trabajar, bien con los forestales o los trabajos que daban temporales en el Ayuntamiento. También me iba a los tentaderos a Medina Sidonia haciendo autostop. A lo mejor me quedaba todo el día esperando al tentadero para luego darle solo tres pases a la vaca cuando la dejaba el torero. Ya con eso me quedaba contento. Cuando empezaba la temporada taurina me volvía a Madrid para seguir buscándome la vida como torero.

¿Por qué decidió especializarse en las banderillas?

Porque no me fueron bien las cosas como torero. Para torear con picadores necesitaba un apoderado, no lo tenía, y necesitaba pagarme la carrera y no tenía dinero. Toreé unas cuantas novilladas con picadores, pero pasando mucha fatiga para conseguir que me pusieran. Al ver las puertas cerradas decidí hacerme banderillero y vivir del toro que es lo que me gusta. Acerté, porque me coloqué con “El Juli”. Si hubiera tenido a alguien que me hubiera ayudado, hubiera seguido intentando ser figura del toreo.

Su relación con Julián López “El Juli”, ¿cómo se conocen?

Cuando era novillero en Madrid, coincidí con el padre de “El Juli” que era banderillero. El que me proponía por allí a torear lo conocía y me lo trajo de banderillero conmigo, toreamos juntos dos novilladas y después perdimos el contacto. Pero en 1994 me hice banderillero, entonces vivía en un piso con más chavales del gremio que además eran de Algeciras. Estando en Madrid llamó al piso el conserje de la escuela taurina donde yo había estado formándome. Preguntaba por un banderillero para torear al día siguiente con un chiquillo de la escuela. Mi compañero, que cogió el teléfono, le dijo: “todos los chavales están toreando y no queda ninguno, pero Sevillita acaba de llegar y se ha hecho banderillero”. Me puse al teléfono y me preguntó si quería torear con un chiquillo de la escuela. Cuando me dijo el nombre caí en la cuenta de que era el hijo del banderillero que toreó conmigo. Me dio el número del padre, lo llamé y quedamos en el Paseo de Extremadura, en la puerta del cine Lisboa. Ahí lo esperaba yo con mi trajecito, mi maletita y me recogieron para ir a Segurilla, Ávila, dónde toreábamos. Entonces tenía “El Juli” 11 años. A partir de ahí, me dijo que me fuera con él a su casa a vivir, para que entrenara con él. Le dije que no, sabía lo que era meterse en una casa de familia. Pero el padre me dijo que el niño le había dado la lata para que me fuera con ellos y cedí. Viví en su casa durante todos esos años y me trataron como un hijo más.

¿Cómo es “El Juli” como persona?

Extraordinario. Es una persona que no le gusta dárselas de creído y eso que desde niño ya era famoso. Siempre ha pasado desapercibido. No mira a nadie por encima del hombro, una persona normal. No se ha venido arriba por la fama, siendo la máxima figura del torero de todos los tiempos y siendo multimillonario. Y su familia es igual.

Ha estado en cada momento con el maestro, desde los comienzos hasta que se hace mundialmente famoso. ¿Cómo ha vivido la trayectoria de esta figura del toreo?

Cuando era novillero no le dejaban torear con picadores en España, porque era menor de edad. Pero en México esa ley no existe. Allí nos fuimos para que toreara con picadores. Fuimos para una novillada mixta, dos toreros y él como novillero. Debutó con picadores y cortó máximos trofeos. La prensa decía que sería una casualidad, siendo la primera vez. Toreó otra vez más y formó otro revuelo. Empezó la prensa a anunciarlo, la gente aclamando al “niño torero”. Se formó tanto que fuimos para una novillada y terminamos toreando 80. En las primeras no ganaba dinero, pero cuando empezó a llenarse las plazas y a correrse la voz, comenzó a ganar mucho dinero, sin ser aún torero. Lo conocieron antes en México que en España. Una vez llegamos a torear tres novilladas seguidas el mismo día. Nos llevaban en helicóptero. Por tanto, lo vivimos todo muy rápido y de manera intensa.

“El Juli” en Los Barrios.

Ha estado aquí muchas veces, ha dormido en mi casa. Venía para los tentaderos y me llamaba para vernos y aquí se quedaba. Sigo manteniendo la relación con él, lo veo menos, pero seguimos en contacto. Nuestra relación ha sido muy estrecha, de echo es el padrino de mi hija.

Debido a su profesión, ha pasado mucho tiempo fuera de casa, ¿cómo llevaba esa situación?

Mal en el sentido de no estar con mi familia, de no ver a mi mujer y a mi niña. Mi hija se ha criado sin mí. Venía a lo mejor para 10 días y a las seis horas de estar aquí me llamaba “El Juli” y me decía “Sevi, que te tienes que venir y ya te traes las cosas porque tenemos un tentadero en Portugal, de allí nos vamos a recoger un trofeo a otro sitio y luego a torear a Nimes”. Por un lado, en lo personal lo pasé mal, pero profesionalmente viví los mejor del toreo, con la máxima figura, en las mejores plazas de España, los mejores carteles y las mejores ganaderías. Es como jugar en el Real Madrid. Ha sido lo más bonito que he podido vivir en mi vida, con la pena de no haber podido estar con mi familia, pero el agua tenía que cogerla cuando llovía. Y además he tenido la suerte de tener a una mujer que ha sabido aguantarme tanto tiempo, porque ella no me ha abandonado.

El arte de colocar banderillas, ¿qué se siente al estar frente al toro?

Hay que tener en cuenta que vas a cuerpo limpio, no tienes un engaño con una muleta o capote para defenderte. Tienes que esquivar al toro con el cuerpo. Cuando tienes que banderillear a un toro con 500 kilos en una plaza es para pensárselo. Porque hay muchas volteretas y muchas cornadas y gente que ha muerto poniendo banderillas.

¿Ha pasado miedo?

Muchas veces sí. Hay toros que te quieren comer y cuando tienes que ponerle las banderillas te asustas. Antes de ponerte delante se siente miedo. Una vez que estás frente al animal te vienes arriba y te sientes héroe, sin serlo. Cuando das dos o tres pases a un toro de 500 kilos, pasa por tu lado y te das cuenta que lo dominas, te sientes poderoso, aunque después eres uno más. Pero antes se pasa muy mal, un pellizco en el estómago que lo tienen todos los toreros.

Ha faenado en las mejores plazas del mundo. ¿Qué se siente?

“El Juli” ha triunfado en todas las plazas del mundo, ha salido por la puerta grande en todas, y yo he vivido eso con él. Eso no se cambia por nada. Porque ver esa plaza de México, llena, con 50.000 espectadores aclamando a ese niño y cortar los máximos trofeos y salir por la puerta grande con miles de personas detrás queriéndole quitar trozos del traje, ha sido algo muy grande.



Una anécdota.

Una muy buena fue un día que sale el maestro a hombros en México y no conseguía llegar a la furgoneta de la cuadrilla de ninguna manera. Nos metimos en un autobús pequeño que pasaba por allí en aquellos momentos. Este cerró las puertas, pero la gente consiguió abrirlas y se llenó. “El Juli” estaba a mi vera y la gente se lo fue llevando para adelante. Me quedé atrás, separado de él. Cuando llegamos a un semáforo Julián le pidió al chófer que abriera las puertas para subirse a un coche de policía que había delante que lo llevó al hotel. A mí no me dio tiempo y me quedé en el autobús. Le pedí al conductor que parara y me bajé, vestido de torero en medio de la ciudad de México. Paré a un taxi, el taxista se me quedó mirando y le digo “esto no es un carnaval, que acabamos de salir de torear y mira lo que nos ha pasado”. El hombre me llevó al hotel. A todo esto, un helicóptero de la televisión grabando todo el espectáculo. Fue de película.

El día de su alternativa.

Todo el que quiere ser torero siempre tiene la ilusión de tomar la alternativa, y yo la tenía. Cuando iba a tentaderos con Julián, muchas veces me dejaba vacas enteras para que las torearas. Toreé un montón de festivales con él, cuando terminaba la temporada organizaba un festival y yo mataba algún novillo. Así estuve unos cuantos años. Y un día le dije “mi ilusión ha sido siempre tomar la alternativa, ¿por qué no me las das tú? Me dijo que era una idea muy bonita, y que me la daba ese mismo año al final de la temporada, eso fue en 2001. A partir de ahí comencé a prepárame más, toreé con él más veces en los tentaderos…Llegó el 13 de octubre de 2001 y me dio la alternativa con el cartel “El Juli” y Rafael de Julia, triunfador de la feria de Madrid ese año, como testigos y yo. Tomé la alternativa por un día, pero para toda la vida. Al día siguiente toreé de banderillero otra vez con “El Juli”, y tuve que renunciar, pero lo que viví lo tengo para toda la vida. Fue una cosa bonita, que un torero diera la alternativa a su banderillero de confianza. Además, algunos empresarios me propusieron torear corridas con Julián. Pero dije que no, estaba de banderillero con la máxima figura y no quería probar otra suerte, me iba muy bien como estaba.

Un día muy especial y en tu pueblo, con tu gente en la recién construida Plaza de Toros La Montera.

Fue algo muy especial. Con la gente de mi pueblo apoyándome. La plaza casi se llenó y cuando miraba para arriba y veía a gente conocía, más responsabilidad de surgía. Fue la primera alterativa que se ha dado, y no se ha vuelto a repetir hasta el momento.

Manuel Muñoz es muy querido en Los Barrios. Se puede decir que es profeta en su tierra.

Creo que no tengo enemigos y si los tengo es porque quieren, porque yo no le hago mal a nadie. No he sido famoso, pero la gente de Los Barrios me ha reconocido.

Ha participado también en dos películas.

“Tú solo” se hizo en la escuela taurina de Madrid. Hablaba de la vida de un maletilla que se buscaba la vida por los pueblos, y yo hice de ese maletilla, al fin y al cabo era lo que yo hacía. Fue una experiencia muy bonita. Me cogieron para esa película porque me encontraba en la escuela y el director de la producción vio en mi lo que buscaba, yo era ese típico maletilla. A raíz de la película me propusieron para la serie “Juncal”, que la realizó la misma empresa cinematográfica. Trabajé con actores famosos como Paco Rabal y Lola Flores. Hice un papel cortito, de siete capítulos salí en tres, pero fue una experiencia inolvidable.
Jose E. Domínguez

¿Cuándo y por qué decide retirarse de los ruedos?

A finales de 2001 un toro me dio un golpe en el hombro y me partió el húmero. Se me quedó el brazo sin movilidad impidiendo levantarlo a más de media altura. El médico que me atendió me quería dar la baja, pero yo no quería y pedí el altar voluntaria. Como “El Juli” banderilleaba también, tenía la ventaja de no tener que hacerlo yo. Ese año toreamos 112 corridas y en ese tiempo solo banderilleé 7 toros, de los demás se encargó el maestro. Pero claro, cuando Julián no banderilleaba un toro era porque era malo y no podía lucirse, y me tocaba a mí. Como no podía levantar el brazo solo podía poner una banderilla. Decidí no torear porque no podía. Me dieron la baja y me dediqué a ver toros en el campo para “El Juli”, porque siempre necesitan un veedor. Me quedé en esta zona de Cádiz y como aquí había pocas corridas, decidí montar mi negocio con el aeródromo en Medina Sidonia y abandoné el mundo del toro.

Las patillas de “Sevillita”.

Desde que me creció la barba por primera vez me dejaba las patillas. Siempre me han gustado. Al principio de torear me las quitaba, pero una vez toreando en México con “El Juli”, tuvimos unos días de descanso y no me afeité. Cuando lo hice me las dejé y fui a su habitación para enseñárselas, porque si él no me quería tener con patillas en su cuadrilla me las tenía que quitar. Me dijo que si me gustaban que me las dejara. Desde entonces las tengo y estas se mueren conmigo. Si me las quito es como si mi carné de identidad pierde un número y la letra, -bromea-.

¿Qué significa para usted la tauromaquia?

La tauromaquia es mi forma de vida. Es un arte y no dejo de decirle a los antitaurinos que si no existiera la tauromaquila el toro bravo no existiría, porque nadie lo iba a criar para carne, para eso están otros toros y vacas que engordan más. El toro bravo es el animal que mejor vive. Vive cuatro años hasta que lo matan y si encima es bueno le perdonan la vida. Una vaca brava vive 20 o 30 años hasta que se muere. Y el toro bravo desde que nace está cuidado y mimado por un veterinario hasta que se lo llevan para la plaza. Un becerro de carne cuando tiene un año ha engordado 500 kilos en un cebadero, le meten un puntillazo y lo matan.

¿Cuál es su opinión sobre la situación actual de la tauromaquia?

La tauromaquia es un arte, una fiesta de España que no debe desaparecer. Lo que puede hacerla desaparecer es que la gente no vaya a ver los toros a la plaza y a los empresarios les deje interesar organizar corridas.  Mientras siga yendo la gente a los toros, no desaparecerá. Si pueden hacer como hacen en Portugal, que no se mate el toro en el ruedo, aunque luego lo meten en los corrales y le dan un puntillazo. De esta forma se perdería todo el aliciente que existe ahora.

¿Cree que se puede llegar al perder el mundo del toro?

En cuanto salga elegido un político, como alguno de los que quieren mandar, que esté en contra de la tauromaquia. Sería un caos, pero desaparecería. Sería una guerra, porque hay muchas familias que viven del toro. Desaparecerían muchas cosas.

Su accidente de helicóptero.

Siempre me ha gustado volar. Cuando dejé de torear me compro el aeródromo de Medina Sidonia, no tenía título de ultraligero, pero me lo saqué y me compré un autogiro. Iba volando a todos lados y un día se partió el balancín del rotor. Estaba volando con otro chaval, doy gracias de que estaba aterrizando, y a unos cuatro o cinco metros de altura se rompió el rotor, llegando la pala a 150 metros de distancia. Suerte también que no fue en la cabecera de pista donde yo tenía el bar, porque la pala podría haber matado a alguien. No recuerdo nada. Solo que estaba volando y me desperté en el hospital después de cuatro días en coma. Le pregunté a mi mujer que había pasado y no me lo creía. Salí despedido del autogiro y al arrastrar por la pista con la cabeza hacia un lado y el brazo hacía otro me arranqué el plexo braqueal, los tendones y los nervios del brazo. Según los médicos fue un accidente de motorista y no me quedé inválido por unos milímetros, ya que estuve a punto de llevarme el nervio que va a la columna. Se me ha quedado el brazo derecho inválido total, después de tres operaciones. He nacido de nuevo. He estado más para allá que para acá y mi mujer es la que ha sufrido todo a mi vera.  Ahora he cumplido seis años de vida, cada vez que pasa el seis de septiembre es mi nuevo cumpleaños, porque me maté, estuve muerto cuatro días. Después de mi accidente volví a nacer.

¿Cómo es su día a día actual?

Desayuno todos los días con mi mujer en la calle, hacemos las compras que tengamos que hacer y para casa. Sobre las cuatro de la tarde me voy, escuchando mi cante flamenco a andar al campo. Me hago siete u ocho kilómetros todas las tardes. Esa es mi vida, tranquila, no quiero ciudad. He estado mucho tiempo fuera, en Madrid y no quiero ese jaleo de las ciudades, todo de asfalto sin nada de campo. Quiero pisar tierra sin asfalto.Y de aquí nadie me mueve. Me cuesta trabajo pasar de Medina Sidonia, así que imagina, -bromea-.

Además, estás escribiendo un libro.

Así es, lo comencé el año que tomé la alternativa. Lo he retomado otra vez, después del accidente, y me está ayudando Ramón Chamizo. Se va a basar en mi vida personal y mi vida al lado de “El Juli”.

¿Lo mejor que le ha pasado en la vida?

Mi mujer. Haber conocido a esta mujer. No la cambio por nada en el mundo. Ha querido esperarme. Empezamos a salir cuando ella tenía 13 años y yo 17. Mi primera y única novia. No hay otra mujer que aguante tanto. Porque yo siempre estaba fuera y cuando venía me iba a los tentaderos. Y ella siempre me ha esperado, porque me ha querido, igual que yo a ella.

Lo que más le gusta de Los Barrios.

Sus campos, su gente, que hay mucha gente buena. Pero la situación geográfica me encanta. Mira que conozco sitios en el mundo, no sé si será porque he nacido aquí, pero lo que me gusta es esto. Cuando volvía de algún viaje llegaba a Alcalá de los Gazules, me entraba una tranquilidad y un respiro de decir ya estoy en mi tierra. Tenemos todo, campo, playa, lo que queremos comprar. No tenemos lio de coches, metros ni nada. Y Los Barrios es grande, pero es muy tranquilo y eso es mucho. Me encanta mi pueblo.