Miguelete: "El buen torero es el que se hace amigo del miedo"

04 de Febrero de 2018
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Relevante figura del toreo, apoderado, empresario taurino y ahora también profesor. Personaje popular, conocido y muy querido. Abanderado de todo tipo de causas sociales. ‘Miguelete’ es torero, es pueblo, es compromiso y solidaridad. ‘Miguelete’ es Maestro en mayúsculas.

Miguel Ramos Zambrana, ‘Miguelete’, necesita poca presentación. Durante los años setenta se ganó un respetado hueco en el mundo del toreo. En él ha desempeñado distintas facetas: matador, apoderado, empresario, profesor y hasta director de la Escuela Taurina de Algeciras. ‘Miguelete’, llano y cercano, es una persona comprometida con cualquier actividad social. Presume con orgullo de la ciudad de Algeciras, de los algecireños y del resto de vecinos de la comarca. Este cariño es recíproco; su nombramiento como Hijo Adoptivo de la ciudad se celebró de manera excepcional en la Escuela Politécnica porque el Salón de Plenos del Ayuntamiento se quedaba pequeño. El Maestro nos recibe en su museo para compartir recuerdos, anécdotas y algunas confesiones.

Personaje popular donde los haya. Querido y conocido por todos, pero ¿quién es 'Miguelete'? ¿Cómo se definiría a sí mismo?

Aunque sea una inmodestia que yo mismo lo diga, me considero sobre todo una persona buena. Conscientemente no le he hecho daño a nadie nunca. Y la verdad es que me siento muy querido, arropado, respetado y admirado por la gente, que es algo muy bonito. Soy una persona popular, me reconocen en todos los rincones del Campo de Gibraltar. Esto también me da poder para hacer muchas cosas por los demás. Como nunca pido nada para mí, siempre tengo abiertas las puertas de todas las instituciones y órganos oficiales. Me gusta ayudar a los demás. Mi madre me decía siempre que era el Defensor del Pueblo pero sin cobrar. Aquí en Algeciras me hicieron Hijo Adoptivo de la ciudad. Tengo la sala cultura ‘Miguelete’ y también han creado una asociación cultural y benéfica que lleva mi nombre. Tengo mucho que agradecerle al pueblo de Algeciras y al Campo de Gibraltar.

¿Y cómo matador de toros?

He sido un gran torero. También está mal que yo lo diga, pero considero que he sido un torero de clase, de arte. He tenido muy buena técnica y sin embargo, a pesar de todo lo que ando, no he tenido nunca fondo, facultades he tenido pocas. Siempre me he basado más en mi técnica y en mi inteligencia. He sido un torero muy inteligente y he conocido al toro muy pronto. Con el toro bueno me confiaba mucho, pero al malo lo veía venir desde el principio. Y eso me hacía pasarlo mal, es un hándicap que tenemos los toreros que vemos muy bien los toros. He sido un torero de mucha calidad pero no me han llevado bien.

Empecemos por el principio. ¿Cómo fue su infancia y adolescencia?

Nací en Ronda el 1 de noviembre de 1943. Hijo de ferroviario, mi padre era interventor en ruta de Renfe. Así que como lo trasladaban de un sitio a otro, cada uno de mis hermanos ha nacido en un lugar distinto. El mayor, José Ramos Zambrana, que  fue un  pintor muy bueno, director de la Escuela de Arte de Algeciras durante muchos años, nació en Córdoba. Mi hermano Antonio, que fue banderillero conmigo y con muchos otros toreros, era muy bueno con el capote y un fuera de serie con las banderillas, nació en Bobadilla. Mi hermana Trini y yo nacimos en Ronda. Y el más pequeño, Carlos, nació ya en Algeciras. Cuando yo tenía siete años nos trasladamos aquí. Me siento algecireño y campogibraltareño convencido, me he criado aquí. De Ronda guardo muy pocos recuerdos. Por aquel entonces me acuerdo que ya empezó a gustarme los toros, que mi padre me trajo un capotillo y una muleta de Madrid y que yo ya me ponía a torear en las calles de Ronda.

La muerte de 'Manolete' me hizo querer ser torero

¿Qué recuerdos guarda de sus primeros años en Algeciras?

Lo que recuerdo con especial cariño fue mi debut cuando tenía catorce años en la antigua plaza de toros, en La Perseverancia. Una plaza de toros que nunca debieron derribar. Hoy podría tener más de 150 años, aquello fue un crimen arquitectónico.

¿Cómo surge su interés por el toreo?

A raíz de la muerte de Manolete. Yo tenía tan sólo unos cuatro años y aquello me impactó mucho. Recuerdo a gente llorando y crespones negros en los balcones. La muerte de Manolete me hizo querer ser torero. Creo que esto le ha pasado a muchos niños con la muerte de Paquirri, de Yiyo, de Víctor Barrio o de Iván Fandillo. Esto a un chiquillo le impresiona y le hace querer llegar algún día a esa inmortalidad. Por supuesto nadie quiere que lo mate un toro, pero creo que, si se pudiese elegir, un torero prefiere morir en la plaza antes que morir en una cama o en un accidente de tráfico. Es una muerte más gloriosa.

¿Cómo fueron los comienzos?

Empecé a torear con siete años, en cuanto llegué a Algeciras. Con diez años ya había matado al primer becerro. Los comienzos fueron muy duros. Hoy en día, con el apoyo de las escuelas de tauromaquia, los chavales lo tienen más fácil para empezar. Luego  mantenerse y torear es mucho más difícil que antes. Los principios de entonces eran muy complicados. Antes íbamos andando a las tentaeros y a lo mejor nos tirábamos una noche entera andado para llegar, dormíamos en el campo, algunos ganaderos no te dejaban entrar en la finca y no trataban bien a los chavales. Esto ahora no pasa.

Antes de debutar hice más ochenta corridas sin picadores ni banderilleros con experiencia, en plazas de pueblos donde he visto muchas cosas. He visto a personas que han perdido la vida o se han quedado inútiles. Sin embargo, a pesar de todas las dificultades, todos repetiríamos aquella primera etapa llena de ilusiones. Luego hice unas treinta corridas con picadores hasta que tomé la alternativa. También he organizado muchos festivales benéficos, más de setenta en Algeciras y el resto de la comarca.

¿Cómo recuerda su alternativa?

La tomé en Puerto Banús, en Marbella, el 15 de septiembre de 1970. Luego la confirmé en Madrid el 19 de agosto de 1973. Esos días nunca se olvidan. Es como cuando te enamoras por primera vez. Los recuerdo como si fuese ayer. En la alternativa iba vestido de burdeos y oro y el día de la confirmación fui de celeste y oro. Fueron dos momentos muy bonitos.

También cruzó el charco y toreó en México. ¿Cómo fue la experiencia?

Fui a torear unas corridas, a conocer también el país y la verdad es que me gustó mucho. Me encantó esa plaza de toros Monumental, esa admiración que tienen hacia los toreros.

La plaza de toros más especial.

La Maestranza. Sevilla es una institución, aquello es la mezquita del toreo. En Sevilla se escucha de torear, se escucha al toro y al torero. Los aficionados van vestidos como si fueran a la ópera. Hay mucho respeto. Sin embargo, la plaza que más da cuando se triunfa es Las Ventas. Sevilla, Madrid y Bilbao son las tres plazas que dan categoría a un torero.

La cornada más grave.

Un toro de Nina y Enriqueta de la Cova que me dio una cornada muy grande. Me metió el pintón por la ingle y me lo sacó por arriba. Tuve rotura de peritoneo, perforación de estómago y, además, como había perdido mucha sangre durante la intervención, me pusieron una transfusión en la que me contagiaron Hepatitis C. A continuación de aquello lo pasé bastante mal.

Uno nace y muere siendo torero

¿Por qué decide retirarse?

Por falta de ilusión. Porque veía que las corridas que estaba matando iban a contraestilo de lo que yo tenía que torear. No podía expresar el toreo que llevaba dentro. Después de aquella cornada tan grave y de la Hepatitis C, veía que no podía con aquello y me retiré el 16 agosto del 1975, aquí en mi Algeciras. Es el único cartel que guardo.

¿Qué amigos se lleva del mundo del toreo?

Guardo muy buenos recuerdos de muchos compañeros. He sido una persona que siempre he estado muy a gusto en el mundo del toro. Tengo muy buenas amistades con toreros de la época, como Emilio Lima y Luis Parra Jerezano. Con Antonio Ordoñez también tuve una amistad muy grande, éramos íntimos. Me llegó a apoderar un hermano suyo, Pepe, y a sus hijas, Carmen y Belén, me las llevaba  de pequeñitas al cine, al teatro y al circo. Fuimos grandes amigos.

Lo mejor y lo peor de su profesión.

Lo mejor es la vocación. Lo peor es cuando algunos intentan ser toreros por ganar dinero, por situarse, todo lo contrario a la vocación. El torero de vocación disfruta más. En esta profesión se disfruta pasando miedo, es algo inexplicable para muchos. El toreo es una adicción. No hay droga más fuerte que el toreo. Hablamos otro idioma, empleamos un argot distinto. Uno nace y muere siendo torero.

¿Qué es el miedo para un torero?

El miedo no se pierde nunca, siempre está contigo en los viajes, en el hotel, en la plaza. Lo que hay es que aprender a convivir con él. Al miedo hay que hablarle. El torero que llega a figura es el que aprende a convivir bien con el miedo. El buen torero es el que se hace amigo del miedo.

¿Qué cualidades debe reunir un buen torero?

Primero mucha vocación. Después mucho amor propio, mucha vergüenza torera, mucha dignidad y que le funcione la cabeza tanto dentro  como fuera de la plaza. Hay dos tipos de toreros, el del ‘olé’ y el del ‘uy’, esos son los que llegan al público.

¿Cómo fue su etapa como apoderado?

Fue una época muy buena. Llevé a un torero muy valiente que se jugaba la vida en cada corrida. Le cogieron muchos toros pero tuvo suerte y no sufrió ninguna cornada grave. Le llevé toda su carrera, desde novillero hasta matador de toros. Fuimos casi como hermanos.

Todo el mundo debería trabajar en lo que verdaderamente ama

¿Y su experiencia como director de la Escuela Taurina de Algeciras?

Estuve tres años al frente. Luego presenté la dimisión porque en los toros pasa algo parecido al fútbol; cuando los chiquillos son críos va todo muy bien pero luego van creciendo y se meten los padres y las madres. Todos se creen que su hijo es el mejor y todos quieren que pongan a su niño. Así que eran muchas complicaciones y compromisos.

Ahora enseña el arte de torear a un grupo de aficionados.

Ahora mismo tengo un grupo de unos catorce alumnos de toda la comarca, de todas  las edades y todas las especialidades. En verano damos las clases en el Mesón de Sancho y en invierno nos venimos aquí al museo. Estoy muy a gusto con ellos, siento que estoy viviendo la mejor etapa de mi vida. Con ellos y con ‘El Gali’, un jovencito que tiene importantes cualidades y con él que me he ilusionado mucho, he encontrado una compenetración especial, hay armonía y compañerismo, somos una familia. Con ellos se me olvida la merienda, la cena, se me para el tiempo y me dan aquí las doce y la una de la madrugada. Todo el mundo debería trabajar en lo que le gusta, en lo que verdaderamente ama, así el mundo sería una balsa de aceite.

Siempre ha sido una persona muy comprometida. Da igual la causa: campaña de Navidad, monólogos solidarios, recogida de firmas ¿Por qué esa vocación social?

Me siento muy identificado con las personas que lo pasan mal. En la campaña ‘Navidad con amor’ llevo implicado desde hace más de 35 años aproximadamente. Ya en la plaza antigua de Algeciras organizaba festivales benéficos para lo que fuese: un compañero que lo estuviera pasando mal, para el asilo de San José, para la Cruz Blanca,  para el pueblo saharaui, para las personas con síndrome de Down, con alguna discapacidad, con problemas mentales. Siempre me he volcado con todo el que me ha buscado y no lo hago con trabajo, al contrario, disfruto haciéndolo.

La verdad es que tengo mucha ayuda de los vecinos de Algeciras. Ellos son los que verdaderamente lo hacen todo posible. Yo sólo soy un altavoz, más que Hijo Adoptivo soy portavoz del pueblo de Algeciras.

¿Lo ha pasado mal 'Miguelete'?

He tenido problemas de nervios. He padecido dieciséis depresiones graves. En mi caso es un tema hereditario que me ha llevado a estar ingresado en salud mental.  Cuando estoy con depresión desconecto, los tratamientos son muy fuertes así que no veo la tele, no pongo la radio, no me entretiene la lectura. Lo que sí hago es andar, pero siempre de noche para que no me vea nadie. Por eso cuando he organizado festivales para salud mental me he volcado mucho con la causa. De alguna manera, me gustaría que mi experiencia sirva de algo a alguien, también para sensibilizar y concienciar al resto de la sociedad.

Las personas que permanecen en el corazón de los demás nunca mueren

Sus largas caminatas nunca faltan. Se recorre toda la comarca de lunes a lunes haga calor o frío, haga sol, llueve o truene.

Llevo toda mi vida andando. Empecé como entrenamiento y ya he seguido. Nunca he tenido fondo para correr, para jugar al fútbol, para montar en bicicleta pero para andar no hay quién me gane. Hago unos veinte kilómetros todos los días. He probado muchos trayectos, el más cómodo es hasta Guadacorte.

¿Qué anécdotas guarda de la carretera?

Muchísimas, para escribir un libro. Me acuerdo que una vez me dio el alto un agente de la Guardia Civil y le pregunté: "¿muchacho es que me va a multar?" Y me dijo: "cómo le voy a multar si usted ya forma parte de paisaje". Y paró sólo porque quería hacerse una foto conmigo.

¿Qué sentimientos le despierta Algeciras?

Me siento muy querido, y este sentimiento es recíproco. Pero el pueblo de Algeciras siempre me ha dado a mí más que lo que yo le he dado a él. Yo voy a todos los sitios sin DNI, no sé ni dónde lo tengo, ni cuándo me caduca, no tengo teléfono móvil, ni tengo Internet, ni entiendo de redes sociales, pero todo el mundo me conoce allí donde voy.

Algeciras es una ciudad muy hospitalaria y acogedora. Los algecireños son personas muy altruistas que siempre saben a quién dar un donativo, a quién premiar, a quién tienen que ayudar. Cuando llegan las elecciones, los políticos me preguntan a mí cómo está la cosa porque mi sondeo es la calle. Durante la campaña de Navidad me pateo todas las barriadas. Conozco muy bien la ciudad de Algeciras, los algecireños me quieren y yo a ellos.

Un mensaje para los algecireños

Admiro mucho el pueblo de Algeciras. Me siento muy querido. Algeciras es una ciudad que hay que quererla por fuerzas. El que llega y echa raíces aquí ya no se va nunca. Yo a veces es que hasta abuso un poco de los algecireños, les pido mucho el donativo, que si la campaña de Navidad, que si firmas para Hijo Adoptivo…estoy siempre pidiendo para los demás, pero nunca me han fallado. Siempre me han correspondido y de 100 donativos que pido cuando me tiro a la calle, me dan 99. Además, muchas veces me dan el donativo algunas personas que necesitan más que nadie esa ayuda.

Algeciras es una ciudad que hay que quererla por fuerzas

Maestro ¿cómo se plantea el futuro?

Trato de vivir el presente. Hace dos años que no aterrizo con depresión y ahora mismo estoy en uno de los mejores momentos de mi vida. Me siento muy realizado, muy contento y feliz con mi grupo de aficionados. En la vida he triunfado más fuera de la plaza que dentro. He sido un matador de toros bueno, pero no he sido una figura del toreo. Así que donde más he triunfado ha sido en la calle, porque me he ganado el cariño de los algecireños y del resto del Campo de Gibraltar. En un futuro ya no estaremos aquí, pero me gusta pensar que las personas que permanecen en el corazón de los demás nunca mueren.

Fotografía: Nacho Márquez