Imprescindibles

20 de Octubre de 2020
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El médico y el maestro. El que cura y el que enseña. Dos profesiones, dos pilares. Ha tenido que ocurrir una pandemia sin precedentes, que sacude los cimientos de nuestra sociedad, para poner de relieve quiénes son imprescindibles.

No hay semana en la que ciudadanos de nuestra comarca no reclamen en las calles más personal sanitario, aplaudido pero no siempre bien atendido, y mejores condiciones en la sanidad pública. La Coordinadora en Defensa de la Sanidad Pública del Campo de Gibraltar lidera estas movilizaciones y alerta, por ejemplo, que en diciembre de 2019, antes de la pandemia, se tardaba en nuestra comarca una media de 410 días en ver un especialista, cifra de las listas de espera que se teme sea mucho más alta en la actual y delicada situación. Por no hablar de los investigadores y científicos a los que ahora osamos exigir con celeridad que se inventen una vacuna a nuestros males olvidándonos de lo desamparados que han estado durante años, con pocas inversiones y teniéndose que ir fuera del país para continuar sus investigaciones.

En la Educación, asociaciones de padres, alumnos y profesores claman sin ser escuchados por la necesidad de contar con más docentes y bajar las ratios de las escuelas. Treinta niños en un aula es poco apropiado desde el punto de vista educativo pero, con el coronavirus acechando, ahora es incluso peligroso y una incoherencia con las propias medidas contra los contagios.

Y, sin embargo, ahí siguen los imprescindibles. En los hospitales, médicos y enfermeros continúan librando como pueden la batalla de verdad, la irreversible, la que se cobra víctimas y derrama lágrimas. Sanitarios sobrepasados, agotados y desanimados cuando ven que muchos actuamos como si no pasase nada. Y en las aulas, profesoras y maestros realizan cálculos con los espacios que no hay, hacen de vigilantes además de enseñadores y encajan las palabras para que nadie se quede atrás. Faltan más de estos. Más sanitarios y más docentes, con sus medios y sus aulas, con su indudable vocación y sus cinco sentidos puestos en una incalculable labor.

Aún así, no se extrañen, hay quienes no lo ve y no ponen remedio. Son los que se ofuscan con la politiquería y se deslumbran con el resplandor del (presunto) poder. Esos a los que les tiemblan el pulso para tomar decisiones, se escudan unos en otros, llenan todo de líneas rojas y se niegan a estar de acuerdo. Deberían y pueden ser claves pero generan más problemas que soluciones. Son los prescindibles. Porque sobran alcaldes, delegados, subdelegados, ministros, oposición, vicepresidentes y presidentes si estos no son capaces de dejar a un lado su particular y endogámica guerrilla electoral y suman o multiplican en vez de restar y dividir.