Adiós a Casa Dioni: "Han venido clientes que me han dado un abrazo y se han puesto a llorar"

Cierra uno de los bares más emblemáticos de las ciudad de Algeciras, llenos de historia, donde los clientes más nostálgicos han acudido estos días para pedirle a Jose, el propietario, una copa de cristal con el nombre del bar y el mítico loro serigrafiados como recuerdo

Periodista
04 de Abril de 2025
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Asomado a la puerta de Casa Dioni, Manolo no se lo cree. Tiene 76 años, se jubiló el año pasado tras toda una vida trabajando en un taller de neumáticos en La Piñera. "Pero, ¿de verdad que cierras?", Jose Manuel Serrano, propietario del bar, asiente. " ¡A ver si te crees que voy a aguantar tanto como tú en jubilarme!", bromea. Este diálogo se ha repetido muchas veces en los últimos días, desde que los clientes se han enterado de la noticia. Como Manolo, hay muchos ciudadanos para que los que el pequeño local de la calle Sevilla, era además parte de su vida, una casa de comidas como se decía antigüamente. Y es que cierra un templo de la hostelería algecireña.

Los más nostálgicos han acudido estos días para pedirle a Jose una copa de cristal con el nombre del bar y el mítico loro serigrafiados como recuerdo. "No me queda ni una", reconoce. "Han venido clientes, me han pegado un abrazo y se han puesto a llorar", asegura. "El otro día tuve que llamar a uno para decirle que cerraba y no viniese porque tenía ya mesa reservada con un carrito para el sábado, era la tercera generación".

Barra de Casa Dioni, sin tapas ya en su famosa vitrina.

Sabor a comida de casa y trato familiar han sido a lo largo de más de 70 años sus especialidades, presentadas en forma de tapas de callos, caracoles al poleo, costillitas guisadas, rabo de toro o boquerones rellenos. Jose le resta importancia: ¿Y por qué no las hay en otros sitios? No es nada del otro mundo, como las hacía mi madre y las ha estado haciendo mi mujer". 

Echa la vista atrás para recordar con cariño las tertulias de fútbol y de toros que surgían espontáneamente en el bar porque "antes estábamos acostumbrados a las tertulias". Los sábados a mediodía venían las familias asiduas siempre a las mismas mesas, "cuando escriba mis memorias, no veas lo que se va a saber de Algeciras", bromea. "Aprendes a escuchar detrás de una barra, te enteras de todo y la psicología que se aprende dentro de un bar es más que la que te da una universidad".

Recuerdos y sillas recogidas, en un rincón.

Setenta años de recuerdos dibujan las paredes, cuadros de fútbol del Algeciras CF, del Atlethic de Bilbao (club de su padre), fotos, botellas con capas de polvo de décadas, y el icónico loro llamado Pedro.

Fotos y banderines del Algeciras CF y el Athletic de Bilbao.

"En la época de mi padre había una pensión donde se alojaban los futbolistas del Algeciras y a mediodía se venían aquí. Mi padre pintó con cal blanca media ventana para que desde fuera la gente no viera que estaban dentro del bar los jugadores", recuerda. También había espacio para los toreros desde Miguelín a Pedro Castillo. Miguelín era muy aficionado a la cacería como mi padre, que tenía esto lleno de pájaros, como el loro que fue durante años un testigo más de las tertulias del bar.

Aunque hay ganas de descansar no es fácil. Para Jose el bar ha sido su hogar y no es una frase literal. Él nació en un cuartito que alberga el local hace 66 años y él lo ha estado usando como almacén posteriormente.

La cabeza de un tiburón, latas, botellines y toreros en una de las paredes del mítico establecimiento.

Será la primera Semana Santa que Jose disfrute junto a su familia sin trabajar. Verá los pasos a pie de calle, no a través de la cristalera del bar. El futuro del local es una incógnita. "Me gustaría que alguien lo cogiera y lo mantuviera igual". Igual será, desde luego, imposible.