Pero nosotros apenas le prestamos atención porque cámara y móvil en mano no cesamos de fotografiar cada detalle, cada mueble, cada objeto que encontramos. "Ya no voy a encontrar más cosas, esa es mi pena. Todo lo que había aquí ya lo he limpiado y restaurado", explica la fotógrafa, quien nos agasaja con una caja de lapiceros antiguos que al parecer estaban allí almacenados por uno de los inquilinos de la casa, quien regentó una librería durante mucho tiempo.
La mayor parte de la información que Esperanza dispone de la casa procede de lo que en ella puede verse. Poco más se sabe de este edificio considerado de fin de siglo, con dos plantas entre medianeras, sobre muros de carga y azotea. Su fachada, con amplios ventanales, está completamente cubierta de azulejos.
"Cuando hace un año y medio decidí instalarme aquí de manera provisional porque necesitaba un espacio para desarrollar mi afición a la fotografía, me encuentro con que había una serie de enseres olvidados. Mi obsesión por lo sostenible me hace replantearme todo lo que voy encontrando, lo recibo y lo integro en mi espacio según mi necesidad. Y eso es lo que hecho aquí, y este es el resultado que podéis ver", añade.
Pero antes que nosotros lo vieron más de un centenar de personas que, llamadas por la convocatoria del Open Studio, el primero que se realiza en la ciudad, acuden a conocer el lugar donde trabaja Esperanza Garzón, la fotógrafa, quien, sin quererlo, se ha encontrado con un recurso artístico y cultural que sorprendió a todos los que la vieron.
"Todo el mundo me dice que aquí se podrían hacer muchas cosas, conciertos, microteatros, exposiciones... pero es muy difícil poner en marcha todo eso y tampoco sabemos si es lo que queremos para la casa. De momento la seguimos arreglando, aunque queda mucho trabajo por hacer en el segundo piso y la azotea", explica Esperanza.
Nos vamos de la casa con la sensación de haber estado en un lugar único. Esperanza, que vive desde hace años ese aire que respira el barrio de la Caridad, critica que a esta zona se la critique por el simple hecho de que es un lugar donde se dan personas de diferentes culturas y razas. "Creo que este barrio tiene mucho más valor del que se le da y podría jugar el papel que tienen en otras ciudades zonas como Malasaña en Madrid o la Alameda de Hércules en Sevilla. ¿Por qué no?".
Abandonamos el edificio con esa pregunta rondándonos la cabeza al tiempo que imaginando un barrio lleno de locales, galerías y establecimientos donde solo importe la gente, sin preguntar siquiera el lugar del que llegaron.

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Casa de la Botica

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