Desolador. Ese es el estado en el que se encuentra la antigua nave de Metalsa en Algeciras, abandonada desde su cierre en 2006. Basuras, neumáticos, escombros, montañas con restos de telas, tanto dentro como fuera de la fábrica, se acumulan sin control.
Las habituales retenciones de vehículos en la A7 antes de enlazar con el nudo de Los Pastores hacen que la mirada de los conductores se detenga en las afueras de la nave, cuyo estado deja entrever cómo está el interior.
Metalsa cerró en 2006 dejando a 52 trabajadores en la calle. Un conflicto laboral que se alargó durante años en una lucha por el cobro de las indemnizaciones de la plantilla. La situación de insolvencia de la empresa en el momento del cierre impidió que los trabajadores cobraran lo que les pertenecía. Los bienes de la compañía fueron embargados por el juzgado y salieron a subasta en julio de 2009 a un precio de salida de 4,1 millones de euros, pero quedó desierta. A principios de octubre de 2011, el Fondo de Garantía Salarial (Fogasa) aprobó el expediente de la empresa, y la plantilla pudo cobrar al fin una parte de la indemnización. El pago del resto continúa supeditado a la venta de los terrenos. Hasta la fecha no hay comprador, según informan fuentes municipales.
Durante estos 17 años en los que la nave ha permanecido cerrada, se ha convertido en una gran escombrera sin control. De hecho, la acumulación de basuras y neumáticos ha provocado en más de una ocasión que se origine un incendio en la fábrica que ha provocado una gran humareda negra dificultando incluso la visibilidad en la autovía. En este sentido, la asociación ecologista Verdemar alertaba en 2020 de la situación de insalubridad de Metalsa y pidió al Ayuntamiento de Algeciras una actuación urgente debido a la acumulación de material altamente inflamable acumulado en las instalaciones.
El interior de la nave bien podría ser el escenario de una serie policiaca: neumáticos apilados, cristales rotos, escombros de todo tipo e incluso vestigios de que en algún momento alguien ha vivido o vive allí. De hecho, es casi imposible imaginarse cómo era la fábrica por dentro cuando estaba a pleno rendimiento. De aquellos años de actividad ya no queda absolutamente nada, casi ni siquiera el rótulo de la fachada con el nombre de Metalsa, que languidece por los efectos del sol.