Algeciras perderá tras el verano otro de sus establecimientos emblemáticos. Echa la persiana la churrería 'La Oriental' por jubilación, el local donde aún se hacen patatas fritas de toda la vida, churritos y que ha sido refugio de los jóvenes durante décadas la mañana de Año Nuevo tras los cotillones de Fin de año.
"¡No te vayas! Hasta los coches pasan por la calle y nos gritan que no cerremos. Nos vamos porque ya estamos mayores y estamos cansados", explica con una sonrisa a 8Directo, Carmen Lérida, la propietaria junto a su marido, Carlos Gómez.
'La Oriental' se fundó en 1958, según reza el letrero en el interior del establecimiento, a la espalda del parque María Cristina. Sin embargo, este negocio familiar comenzó mucho antes con el puesto ambulante de dulces que el abuelo de Carlos regentaba tras la Guerra Civil. Era pastelero de profesión, lo que fue fundamental en el posterior éxito de las patatas fritas de 'La Oriental'. El puesto del abuelo Francisco estaba decorado de tal manera para llamar la atención en las ferias a las que acudía que parecía oriental y de ahí surgió el nombre que ha acompañado a los algecireños en estos 67 años de historia.
Por avatares de la vida, la hija de Francisco, madre de Carlos se instaló en Algeciras junto a su marido y continuó con el oficio familiar. Carlos ayudaba a sus padres a freir papas en el Hoyo de los Caballos desde niño, "luego íbamos con unas espuertas llenas de bolsas de patatas fritas repartiéndolas por los cines y tiendas de la ciudad". Carlos Gómez recuerda para 8Directo que "al principio mi madre las dejaba gratis para darlas a conocer porque aquí no se sabía que se podían comer las patatas fritas frías. Cuando volvíamos a la semana siguiente las tiendas ya nos hacían pedidos porque se las habían quitado de las manos". Es aquí cuando regresamos a la historia del abuelo Francisco, de profesión pastelero. Gracias a sus conocimientos de repostería que transmitió a su hija y luego a su nieto comenzarl. A freir las papas con aceite y no con sebo para que se pudieran comer luego fritas y frías. Algo que nunca se había visto en la zona.
Carmen, con mucho salero, también nos da más ingredientes secretos de la receta: "Ponle unas patatas muy buenas, naturales, recién cogidas del campo, cariño y saberlas freir. No lleva conservantes ni aditivos".
Ambos presumen de que las patatas de 'La Oriental' nunca han cambiado de bolsa. "Toda la vida el mismo envase. Solo cambiamos el de las cortezas que se vendían en el Hotel Reina Cristina, cuyas letras tenían otros colores". Unas patatas fritas que no solo han sido degustadas por los paladares más exquisitos en la época de más esplendor del hotel sino que han viajado hasta Londres.
Son varias las generaciones que han pasado por el despacho de la calle Ramón y Cajal. "Antes no había otro parque, era el único. Por aquí ha pasado toda Algeciras. Vienen los abuelos con los nietos, los padres con los hijos, y recuerdan: aquí me traía el abuelito a comprarme las patatas", explica Carmen, quien rememora orgullosa las mañanas del 1 de enero. "De eso se acuerda toda Algeciras. Antes abríamos el 1 de enero y venían todos los jóvenes después del cotillón. Ellas muy guapas con tirantitos y los tacones en las manos, ellos muy galantes, le cedían las chaquetas a las niñas y aquí se tomaban el chocolate con churros el primer día del año".
Tras la barra, calendarios de todos los años con la foto del matrimonio hechas por el fotógrafo Cerro. "Era ya una tradición", afirman. Junto a los calendarios, un retrato de Carlos, regalo de su yerno.
Las grandes multinacionales hicieron mella en el negocio. Las tiendas dejaron de hacer encargos, porque no podían competir en precios con Matutano. Pero a pesar de los nuevos tiempos y la feroz competencia, los clientes han seguido apoyando a 'La Oriental' durante años. "Algeciras sabe lo que come y lo que compra", dice orgullosa Carmen.
Cierto es que el negocio se ha resentido en los últimos tiempos. "Antes empezábamos a atender a la gente, en cola para los churros, desde primera hora de la mañana, y cuando acábamos con los churros comenzábamos con la cola de los clientes para las papas", cuenta Carlos.
Tras el verano toca descansar, viajar y disfrutar de los nietos, que se vuelven locos con las papas de los abuelos. "Los clientes nos están echando de menos antes de irnos, pero ya toca".