Si alguien pensaba que una Sara Baras que abarrota recintos por el mundo venía a Algeciras a cubrir expediente, se equivocaba. Ella es, además de una artista cumbre, una profesional, una atleta que no quiere perder ninguna carrera, y menos bajo el epígrafe de Paco de Lucía, su guía espiritual, al que lanzó besos al cielo durante un espectáculo creado con motivo del vigésimo aniversario del ‘Ballet Flamenco Sara Baras’.
La isleña universal apareció para prologar ‘Sombras’ en penumbra, con casaca roja y elegancia. La artista es capaz de transmitir con sus pies lo que Paco trasmitía con sus dedos. Clase magistral de anatomía flamenca. El parque contempló expectante, boquiabierto, el virtuosismo de Baras, que sacudía al respetable con sus taconeos infinitos y con sus silencios arrebatadores. La tempestad y la calma. Música.
La música que hace la isleña con su cuerpo no tiene nada que envidiar a la de ningún instrumento y, en un juego de luces y telas que revuelan, exhibió una docena de coreografías flamencas, siempre precisas, todas emocionantes. Por bulería, tangos, tiento, por alegría... y con una deliciosa versión del Pequeño vals vienés de Lorca que musicara en su día Leonard Cohen. Y por farruca, una de sus banderas y como lienzo sobre el que se pinta esta obra.
Pero Sara Baras no es solo una bailaora portentosa, también una directora y una coreógrafa capaz de crear piezas poderosas, estéticas y raciales, como la de los bastones. Su compañía le sigue la estela en esa incansable búsqueda de la perfección. Desde su extenso cuerpo de baile a los cantaores Rubio de Pruna e Israel Fernández, pasando por la percusión de Pájaro y Antonio Suárez, por Diego Villega, y los guitarristas Andrés Martínez y Keko Baldomero, el director musical.
Sara Baras es un lujo para cualquier ciudad del mundo. Anoche, Algeciras disfrutó de su arte y salió taconeando por las puertas enrejadas del parque.
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