San Isidro se sobrepone al horror

El barrio intenta recuperar el pulso de la normalidad, pero la desconfianza reina en cada esquina

Periodista
27 de Enero de 2023
El hermano, un vecino y compañeros del yihadista de Algeciras comparecen ante el juez de la Audiencia Nacional este viernes

Mediodía en el barrio de San Isidro. Señoras que regresan a casa con sus carros de la compra; ciudadanos que pasean con documentos bajo el brazo y adolescentes que vuelven para la hora comer con el uniforme del colegio Salesianos. Podría ser un día cualquiera en el barrio más pintoresco de Algeciras, pero no lo es.

Han transcurrido 48 horas desde que Yassine K, de 25 años y residente en San Isidro asesinara machete en mano al sacristán de la parroquia de La Palma y dejara herido al sacerdote de la iglesia de San Isidro. Ni dos días desde que los vecinos de San Isidro conocieran de que en su barrio vivía un asesino, concretamente en el número 10 de la calle Ruiz Tagle.

Los vecinos se mueven aún entre la conmoción y la indignación. "Estamos tranquilos relativamente, todavía hay mucha incertidumbre después de lo que ha pasado", relata una mujer que viene de comprar el pan. "Nosotros siermpre hemos vivido muy tranquilos, pero en los últimos años se ha metido a vivir aquí gente muy rara", asegura a media voz. Reconoce que no conocía al detenido, que nunca lo había visto, pero que tenía conocimiento de la casa 'okupa' en la que residía. "La casa es de una familia de Algeciras de toda la vida. Tiene denunciada la ocupación desde hace mucho tiempo, pero no hacen nada", lamentaba.

En la puerta del número 10 de Ruiz Tagle, donde vivía el asesino, asoma su vecino de la planta de arriba. Un chico joven, de nacionalidad magrebí, que reside allí con su mujer y su hija. Conocía a Yassine de cruzarse con él, en la única puerta de acceso que daba a la calle, aunque no eran amigos. "Me voy a mudar en cuanto pueda. Esta casa ya huele a asesino, no puedo seguir viviendo aquí". Piensa con terror que hubiera pasado si Yassine hubiera subido al segundo piso con el machete. "Hubiera matado a mi mujer y a mi hija", verbaliza.

Se enteró de lo que había pasado cuando llegó del trabajo. "Yo creo que no es un yihadista, es un loco", aunque reconoce que en los últimos meses, el detenido cambió su forma de actuar y su apariencia física. "Antes vestía moderno, luego se puso una chilaba y se dejó barba. Comenzó a decir cosas raras, dejo de beber y fumar y empezó a amenazar a sus compañeros", explica.

Dos señoras regresan del sepelio de Diego Valencia, que se ha celebrado a las 13.00 horas en La Palma. Suben por la empinada calle Libertad, paralela a Ruiz Tagle. "Aún no nos lo creemos. Íbamos a misa todos los sábados por la tarde. Allí estaba siempre Diego, ha sido una tragedia", afirman. Ambas recuerdan la calidad humana del sacristán y lo feliz que fue el año pasado cuando adornó la iglesia de La Palma para la boda de su hijo. "No hay derecho, aquí siempre se ha vivido muy tranquilo".

La desconfianza se encuentra hoy en cada esquina de San Isidro. "Hay otra casa, que sí está alquilada, en la que viven unos marroquíes con chilabas y barba larga también. Después de lo que ha pasado nos da miedo", confirma otra vecina de San Isidro.  Esa misma desconfianza se ha traducido en que una patrulla de la Policía Local se haya personado sobre las 16.00 horas en el domiclio donde vivía el asesino alertada por los vecinos al observar más trasiego de lo habitual en la puerta.