Los ecologistas se lamentan del grave y costoso impacto que tiene el conocido botellón, principalmente en zonas verdes de las ciudades.
Botellas y vasos de plástico, también de cristal, rotos y esparcidos por el suelo, junto a bolsas, papeles, colillas… El aspecto que presentan nuestros parque al amanecer es lamentable. Un espacio verde, en el que se reúnen cada día los días familias con niños, o jóvenes aficionados al skate, se convierten en un vertedero, maloliente, pegajoso y peligroso.
La proliferación de cristales de vasos y botellas rotas en el suelo y el alcohol derramado convierte el paseo en una amenaza para los paseantes o para los perros. Son entre otros los efectos de otra noche de botellón incontrolado y vandálico. Cientos de jóvenes abarrotan plazas, parques, zonas abiertas, muchos para celebrar el fin de curso, o por simple con alcohol, pese a que la normativa autonómica impide esta práctica.
Los trabajadores de las concesionarias (y en algunos casos voluntarios) de limpieza se afanan por adecentar y desinfectar la zona, a sabiendas de que el próximo fin de semana la situación será igual… o peor. "Una recogida de residuos de tal magnitud implica un sobre coste a las arcas municipales y el desvío del personal de limpieza hacia esas zonas, con la consiguiente subida de impuestos a la par que la cantidad de residuos que se recogen, la regla de tres es fácil", critica el colectivo.
El deterioro de las instalaciones propias de los parques se ven afectadas una y otra vez por el incivismo que se pronuncia rompiendo papeleras, rotura de bombillas del alumbrado público, impacto en arbolado, arbustos, ornamentación y en general el desgaste propio del impacto que se genera por el trasiego del botellón.