El acoso escolar y, actualmente, el ciberacoso afectan a miles de menores en nuestro país. Según datos del informe PISA de 2024, en España el 6,5% del alumnado lo sufre con frecuencia, y casi el 16% es víctima de acoso varias veces al mes. El 10% se ha quedado alguna vez en casa para evitar sentirse inseguro en la escuela. En la Entrevista de la Semana de 8Directo hablamos con Mari Carmen Ríos, docente y educadora del Centro de Orientación Familiar (COF) de Los Barrios, sobre un problema que supone un infierno personal para muchos jóvenes y cuya solución no es posible sin la participación “de todos”.
Lo primero para abordar el acoso, asegura Mari Carmen Ríos, "es saber diferenciarlo de lo que son los problemas de convivencia en el aula, porque problemas de convivencia o violencia existen en cualquier situación en el aula". "El acoso escolar es un comportamiento que tiene, o bien un grupo o bien una persona, en el que se deben dar tres condiciones importantes: que sea repetitivo, que tenga intencionalidad de dañar a la persona, de humillarla, de agredirla; y, por último, que haya un desequilibrio de poder".
Además, el acoso escolar —también conocido con su palabra en inglés bullying— tiene muchas caras; hay varios tipos de acoso. La especialista del COF detalla los cinco tipos principales: acoso verbal, acoso físico, acoso psicológico y, finalmente, destaca el acoso social. "Este es el más difícil de reconocer y consiste en aislar a un compañero, excluirlo de grupos de trabajo o negarle la participación en el aula, un espacio que —subraya— debe basarse en el respeto y la aceptación de las diferencias. Aunque a menudo se minimiza su impacto por no ser tan visible como el daño físico, el aislamiento puede tener consecuencias psicológicas profundas para quien lo sufre", lamenta Ríos.
¿Cómo detectar desde la familia y el centro que un alumno está sufriendo acoso?
Es una de las preguntas que más se suele hacer, especialmente desde la familia. "Te da señales de alerta. El menor normalmente cambia el comportamiento; esa es una señal básica", apunta la docente. "Cuando, un domingo por la tarde, ves que el menor tiene ya dolor de cabeza o dolor de tripa, te está insinuando, o siendo explícito —si queremos decirlo— que hay una problemática", añade. También se expresa ese posible acoso "en la tristeza, la ansiedad, el aislamiento y el fracaso escolar; suele bajar las notas a nivel académico". En el centro escolar, suele mostrarse con cambios de comportamientos como "que está más disruptivo, en que está mucho más aislado, más callado, más introvertido".
Ríos considera que "hay que atender a esas llamadas de atención", aunque a veces se abren protocolos y después se cierran porque no ha ocurrido nada. En cualquier caso, "es importante que se preste la atención tanto en el centro educativo como en el entorno familiar y en los amigos".
Sobre el protocolo, considera fundamental "la investigación", llamar a las partes implicadas para que de alguna manera la orientadora valore si realmente hay una situación de acoso. "Se tiene que llamar a la víctima, al agresor o a los agresores, y al grupo de clase para que aporte toda la información que tenga si el hecho ha ocurrido en el aula", abunda. Resalta la importancia de lo que llama los observadores: están los observadores-ayudantes, que respaldan al agresor y refuerzan su liderazgo, aunque no siempre participen activamente en la agresión; y otro grupo es el de los observadores pasivos, estudiantes que presencian la situación sin actuar, a menudo condicionados por mensajes familiares del tipo “no te metas en líos”. Finalmente, destaca a los observadores que ayudan a la víctima, aquellos que ofrecen apoyo, acompañamiento y asistencia a la persona agredida.
"Sino sensibilizamos, no estamos haciendo nada"
"Yo creo que también es muy importante que entendamos que, cuando se hace el protocolo, este tiene que abarcar la reeducación de quienes ejercen la violencia, la protección de las víctimas y la sensibilización de los observadores. Porque si no sensibilizamos, no estamos haciendo nada", opina.
La prevención es otra pata clvae en la resolución de un problema social que afecta a millones de jóvenes en todo el mundo y que, en muchos casos, lleva a que la víctima acabe quitándose la vida. "En el COF, una parte fundamental es la Escuela de Familia, porque vamos con talleres y con formaciones preventivas para los centros de secundaria, pero si esa formación e información que se le da a los menores no viene acompañada de una formación para las familias, no estamos haciendo nada", declara. "Las familias se tienen que implicar y tienen que saber", insiste.
Además, pone sobre la mesa otro aspecto a tener en cuenta: "Hay veces que no conocemos el trasfondo de cada agresor, y a lo mejor resulta que esa persona ha sido víctima de violencia continuamente desde que es pequeño. Queremos que se comporte de una manera que no conoce; lo hemos expuesto a la violencia y, después, queremos que actúe de manera respetuosa, tolerante y solidaria. Es imposible", dice.
Ciberacoso: cuando el infierno se expande
Durante la entrevista, Mari Carmen Ríos advierte que el acoso escolar, en ocasiones, “viene acompañado del ciberacoso”, un hostigamiento online facilitado porque “todos nuestros menores disponen de un dispositivo”. Explica que el ciberacoso “agrava la situación”, la prolonga “fuera del horario escolar” y resulta “mucho más expansivo, 24/7”, sin límites “ni en espacio ni en tiempo”. Por ello, afirma que es “mucho más grave”, ya que lo que antes conocía “el aula o el grupo de clase, ahora lo sabe todo el municipio, todo el mundo”.
La educadora se muestra especialmente preocupada por el uso temprano del móvil, porque “tienen acceso a Internet y a toda la violencia explícita que no podéis imaginar”. Habla de conductas como el sexting: “tú le pides a tu chico o a tu chica una imagen subidita de tono y esa imagen ya es viral… el día de mañana te la encuentras pululando por las redes”. Insiste en que los menores deben ser conscientes de que “lo que hacen tiene consecuencias” y que “los adultos, las familias, son responsables”. Señala también que muchos adolescentes “cometen delitos sin tener constancia de que lo están haciendo” por falta de información sobre el uso del móvil.
“El ciberacoso agrava la situación porque se prolonga fuera del horario escolar, es sin límite de espacio ni de tiempo, y puede llegar a todo el mundo"
La entrevistada menciona otros riesgos digitales, como el grooming, cuando “una persona adulta se hace pasar por un menor para captar la atención del adolescente y buscar una satisfacción sexual”, una práctica que asegura “está ocurriendo muchísimo”. Subraya la necesidad de denunciar siempre: “Es prioritario. Si no denunciamos, la Guardia Civil no puede rastrear la IP”. Además, alerta sobre la llamada “gópsis” o rumorología, una técnica muy común entre adolescentes, basada en lanzar rumores sobre alguien, “y siempre queda algo”.
En todo esto, tanto en el acoso como en su modalidad de ciberacoso, la palabra clave para Ríos es respeto. “Debemos apostar por el buen trato y reducir la exposición de los menores a la violencia en redes, porque esa exposición gratuita tiene consecuencias”.
