Mientras toda una Península se hacía preguntas a oscuras, en una ínsula dentro de Algeciras unos pieles rojas encontraron respuestas. O luz. O, al menos, poesía. Juan José Téllez Rubio presentaba su, por ahora, último libro en pleno gran apagón.
Todo era incertidumbre en un lunes raro. Histórico, gusta decir a los titulares. ¿Cuándo volvería la luz? ¿Qué ha provocado el cero absoluto? ¿Es la Tercera Guerra Mundial? ¿Habrá presentación de Téllez?
Un abogado con alma de actor y un periodista coincidieron a las puertas de la casa de un poeta, el Centro Documental José Luis Cano. Lugar de la cita. “Está cerrado”. “Me dicen que está en el Botanic”. A la vuelta de la esquina, literalmente. Allí estaba ya, en un bar como reserva, el grupo de indios que había seguido al chamán. O al poeta.
Sí, el poeta, escritor y periodista algecireño Juan José Téllez sí iba a presentar Los últimos pieles rojas, su nuevo poemario editado por Editorial Renacimiento, a pesar de nada. Con él, algo más de una veintena de personas. Los mensajes que no llegaban hablaban de la recuperación lenta de la inherente electricidad. Tras las conversaciones con anécdotas personales de un día marcado en oscuro y las palabras de disculpas y agradecimientos, llegó el momento de hablar de poesía como un acto de normalidad contestataria.

Mar Marchante y Malgara García Díaz acompañaron y presentaron con entusiasmo al protagonista y a su último trabajo, el cual lleva cuatro semanas entre "lo más vendidos a nivel nacional", a lo que Téllez relativizó con gracia: “Está entre los más vendidos pero de poesía, tampoco es para lanzar las campanas al vuelo”. Pero para unos aplausos de su público sí que dio.
El algecireño puso a su nueva obra más cerca de la canción o la filosofía que del tratado de política, aunque con profunda carga de esto último. “No se pueden quitar las manchas a un leopardo”, decía Walter Matthau en Primera Plana. En él encontramos poemas que toman partido, de la que no maldice Paco Ibáñez, homenajes, Epitafio y Credo, escenas pulp, pasado desde el balcón del presente, nostalgia, Cuenta atrás y Plan de fuga, versos que piden música y guitarra, Manual de buenas prácticas, Catecismo y Mapa Mundi, Instrucciones para dejar una ciudad y hasta Consejos para refugiarnos de las tormentas. O de los apagones.
Aunque por causas precisamente del fundido a negro temporal que afectaba a España y Portugal no pudo aparecer, como estaba previsto, el cantautor Fernando Lobo, como tampoco el amigo poeta Tito Muñoz, el encuentro tuvo algo de concierto íntimo. Pero sin cantar. Juan José Téllez, que suele alargar el discurso cuando habla de otros pero no de sí mismo, pasó a recitar con su personal cadencia algunas de sus piezas. Poesía, en su hábitat natural de la calle.
Y así el chamán algecireño recitó Tarjeta Dorada, en referencia a una tarjeta que un amigo le regaló por su sesenta cumpleaños.
“Habré llegado a la cola para coger la vez
de subir a la nave de Antonio Machado,
que está al partir sin duda, visto lo visto:
se llama naufragio y no es peor que esto”.
Y El valor de los salvajes.
“Cuando todos seamos policías de todos
y las leyes sustituyan sin mas a la justicia,
¿a qué penumbra iré para buscar tu cuerpo,
en donde nuestras lenguas encontrarán cobijo
lejos de la mirada de los circuitos cerrados?”.
Una Oración a Chavela.
“Libertad es la amante que te aguarda en la tumba.
Tequila es el nombre que le he dado a tu ausencia”.
La oportuna canción Europa.
“Yo soy de la Europa de los cabarets,
la que nunca quemó ni a libros ni a herejes
ni decidió las guerras a la hora del té
o fabricó la troika del tejemaneje”.

Estos y otros poemas, incluso bises a petición del público, de “un viejo loco que viene de otro siglo, con demasiado entusiasmo por los efectos del ron y muy exigua esperanza en el género humano” que aclararon una jornada marcada por la oscuridad, y dejó una pregunta en la recámara del periodista: ¿Qué sentido tiene la poesía en el mundo de hoy? Quedó sin respuesta, pero tal vez contestada.