La Atunara, identidad y tradición en este barrio marinero

21 de Julio de 2020
conchafina
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Sencillo y humilde, La Atunara es uno de los barrios más destacados de la ciudad de La Línea. Su paisaje de pequeñas casas blancas a pie de playa, su olor a sal, a intenso mar, nos obliga a detenernos y preocuparnos por conocer un poco más este barrio marinero con tanto duende, dedicándole así uno de nuestros reportajes especiales por el 150 aniversario de la fundación de La Línea de la Concepción.

Lo cierto es que la propia Atunara nace independientemente de La Línea, muchísimo antes que la ciudad de la que forma parte. De hecho, existen documentos del siglo XIV que señalan lo que en origen fue este barrio. “Cuando Alfonso XI trata de conquistar el Peñón, muere aquí en La Línea y una parte de su ejército se repliega hacia La Atunara”, explica José Martínez Téllez, presidente de la asociación Protección Histórica Linense (PHL). “Seguramente, debido a la riqueza de su mar, aquello sería entonces una aldea de pescadores con sus pequeñas cabañas de maderas”, añade. No será hasta el siglo XIX cuando conozcamos a La Atunara como barrio propiamente dicho.

“La Atunara fue en su origen una pequeña aldea de pescadores que nació con anterioridad a La Línea y con independencia del Peñón. La gente que vivía en La Atunara tan sólo dependía del mar y de la agricultura”, coincide en destacar Ramón Mata, quien durante varios años fue presidente de la asociación de vecinos. También ha sido hermano mayor de la Hermandad del Carmen.

El barrio de La Atunara dispone de tal identidad que incluso contó con su propio alcalde pedáneo. Juan Seliva fue uno de estos últimos responsables políticos. Esta autonomía todavía tiene su reflejo en expresiones, sobre todo entre los más mayores del barrio, como la de “bajar a La Línea”. Y es que Ramón Mata señala que vivir en La Atunara siempre se ha entendido como una forma de ser distinta. “Cuando vives en una zona en la que no tienes la necesidad de desplazarte a otro sitio se genera localismo. En La Atunara se ha vivido mucho en el sentido de vivo, compro, juego y me divierto en el propio barrio”. Esa vida en el barrio, en la calle, ha sido siempre otra característica de La Atunara. “Este es un barrio familiar. Aquí todos nos conocemos, estamos hermanados. Yo me acuerdo de estar siempre jugando de pequeño en la calle durante todo el día, con las puertas de las casas abiertas. Ahora, aunque con algunas diferencias, también ocurre igual. Te vas a la plaza de la iglesia y está llena de niños”, añade Mata. Precisamente, el conservar sus propias raíces, sus costumbres y tradiciones, es lo que hace especial a este rincón del Levante. 

Tradición marinera

El pescaito frito, los volaores, las almejas de La Atunara son referencias gastronómicas imprescindibles en este barrio y el resto de la ciudad. De hecho, incluso muchos visitantes consideran La Atunara como punto gastronómico de paso obligado. “Es algo que por iniciativa individual y privada ha ido dando vida al barrio”, destaca Ramón Mata. La Atunara llegó a contar hasta con dos almadrabas. Uno de sus almacenes se encontraba frente al actual puerto pesquero y un segundo almacén se localizaba en la primera torre. 

Sin embargo, la pesca no pasa por su mejor momento. “Si el trabajo en el campo es duro, en el mar es todavía más ingrato: jornadas muy duras, de muchas horas, madrugando, con condiciones meteorológicas malas y con unas ganancias muy bajas. A todo esto, los caladeros están cada día peor”. 

La Virgen del Carmen

El Carmen, el 16 de julio, es la fiesta grande de este barrio. Mata apunta que uno de los momentos más emotivos de esta festividad es el desembarco, “porque cuando la Virgen llega todo el barrio se echa al agua para sacarla, te tienes que “mojar por el Carmen”, y se forma un mar de brazos que intentan bajarla de la barca”. La Virgen del Carmen, una imagen que está en el barrio mucho antes que la propia parroquia, es una talla completa de gloria italiana del siglo XVIII. Su santuario es, después de la Inmaculada, “la segunda iglesia de mayor interés en la ciudad”, subraya José Martínez de PHL. La parroquia del Carmen fue construida en los años 40 sobre un antiguo salazón de pescado.

Esta parroquia y sus imágenes han conservado, al igual que el resto del barrio, sus propias raíces, siendo hoy la única hermandad de la ciudad que continúa saliendo en procesión como lo hacía en los años 30 y 40. “Mientras el resto de hermandades han mirado a Sevilla, el barrio de La Atunara ha continuado con los cargadores. Hemos mantenido nuestra estética, nuestra propia forma de andar”, destaca Mata.

Socorro de los náufragos 

La Sociedad de Salvamento de Náufragos fue una entidad que existió en La Atunara durante el siglo XIX. El organismo fue fundado en 1893 por Juana de Dios Lacoste. Esta sociedad se encontraba en los alrededores del actual puerto pesquero, donde en una nave central se guardaba una enorme embarcación que salía al socorro de los que necesitaban ayuda en el mar. Precisamente, uno de los laterales de este edificio fue la primera iglesia de La Atunara.

Querer al que llega

La Atunara, como toda población de puerto, presume de su carácter acogedor y aperturista. “Este barrio siempre tiene sus puertas abiertas a todo el que llega. Esta es una característica que no se ha perdido. Las poblaciones de puerto siempre han sido muy aperturistas”, comenta Mata, quien explica que en las barracas y en muchas de las nuevas viviendas que se construyeron, la cocina es la primera habitación, “porque significa el acoger, el invitar a comer”.

Un rincón por descubrir y explotar

La situación geográfica de La Atunara le obliga a existir mirando al mar, a vivir del mar, contando con un litoral de más de cinco kilómetros en pleno casco urbano todavía sin explotar lo suficiente. “La riqueza de La Atunara sigue estando en el mar, pero no sabemos aprovecharla. Tenemos una costa virgen metida en una ciudad que no hemos sabido explotarla. Sólo nos hemos acercado a nuestras playas para faenar, pero también sirven para pasear, para aprovechar nuestro paseo marítimo y montar restaurantes, bares y cafeterías. Tenemos aquí La Marina que es referencia de nuestra historia y se ha quedado como un museo vacío que deja un mal sabor de boca”, señala Ramón Mata.

En este sentido, La Atunara mira al futuro con esperanza. “Se está trabajando en el nuevo Plan General de Ordenación Urbana que a ver si le puede dar una mecha a esto y lanzar el barrio. El futuro desde luego es esperanzador porque la materia prima existe”.

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