Las almadrabas capean su campaña más difícil

Francis Mena
Periodista
23 de Mayo de 2020
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A la brega milenaria con el preciado atún rojo salvaje, los almadraberos suman este año escollos paralelos a los que no están acostumbrados: el COVID-19 y, especialmente, el alga Rugulopteryx okamurae. La almadraba de Tarifa, como las demás, capea como puede su campaña más difícil.

El alga asiática invasora -aunque todavía oficialmente no se ha declarado oficialmente como tal- es un problema omnipresente en el Estrecho de Gibraltar. Las almadrabas de Barbate, Tarifa, Conil y Zahara de los Atunes alertan del peligro que suponen para su pesca, de la que penden directa e indirectamente muchos puestos de trabajo.

Esta especie asiática se adhiere en las redes que están caladas prácticamente desde marzo y algunas soportan tal cantidad que terminan por vencerse y romperse, arrastrando a todo el entramado. Sucedió el año pasado en Conil, cuya almadraba no pudo acabar la temporada a pesar de tener todavía cuota de pesca disponible.

Otro riesgo que supone la Rugulopteryx okamurae para las almadrabas es que llenan el laberinto de redes invisibles para la presa en paredes opacas que son advertidas por el atún, que huye de ellas. Por ahora, la presencia de esta especie invasora no ha mermado la presencia de atunes en el Estrecho.

Ana Santos es bióloga de la Organización de Productores Pesqueros de Almadraba (OPP51). "Las levantá cada día son más complicadas, pesan más y cuestan más subirlas", apunta. "Además, el miedo a que se rompa la red en plena campaña y ya no poder continuar es constante", añade.

"Las levantá son cada día más complicadas por el peso del alga y el miedo a que se rompa la red es constante"

Las empresas almadraberas colabora en un estudio de cuatro años de la Universidad de Sevilla que lidera el catedrático linense José Carlos García. Pretende conocer a este enemigo asiático y mitigar sus efectos negativos; en el caso de las almadraberas incluso adaptarse a una especie que todo hace pensar que no va a desaparecer. Además, forman parte de mesas, están en jornadas y han trasladado a la Consejería de Medio Ambiente un informe con los problemas que acarrea esta especie invasora.

"La Rugulopteryx okamurae está muy bien integrada en el Estrecho y vivimos en una situación difícil porque no tiene límites, se planta encima de cualquier cosa, hasta de una rueda de camión que esté en el fondo", ilustra Ana Santos.

El coronavirus COVID-19 ha impedido que los biólogos y buzos de la OPP 51 trabajen con normalidad en este seguimiento, se han reducido las inmersiones y solo hay referencias de los pescadores, que en ocasiones han grabado los copos plagados de algas. "Se pescan más algas que atunes", lamenta.

Copos llenos de algas.

La OPP51, ante esto, va tomando algunas medidas: el año pasado decidió ya cambiar el material del paño de red, de nailon a uno más resistente, el polietileno, que es el que se está utilizando en la presente campaña; también aligeran peso del copo para compensar las toneladas que añaden las algas. Además, en esa constante investigación para mitigar los efectos del alga, los productores también prueban pintar los cascos con pinturas especiales.

Por si fuese poco, otra especie invasora de la que poso se sabe aumenta la preocupación en el sector. Se trata de un hidrozoo, una especie invasiva que cría entre las redes y las carcome desde el interior. Los problemas se acumulan para la pesca del Estrecho de Gibraltar por encima de las posibilidades de soluciones.

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La alargada sombra del coronavirus

Otro ser, en esta ocasión microscópico, ha puesto en jaque este año a las almadrabas: el coronavirus COVID-19. "Empezamos desorientados, no sabíamos en qué situación nos íbamos a encontrar porque en mitad de febrero se empieza a calar y a mitad de abril es el momento de la pesca y recogida", comenta la bióloga.

"Había mucha incertidumbre, no sabíamos si se iba a cerrar el sector y finalmente los empresarios tomaron la decisión de tirar para adelante; vamos salvando la situación aunque no es fácil", asegura Ana Santos, que explica que los pescadores tienen que mantener las distancias, llevar los EPI, protecciones y, cuando el pescado está ya en lonja, la comercialización también se complica en la actual situación.

Una vez más, esta milenaria actividad pesquera, ha tenido que reiventarse. La empresa barbateña Gadira, comercializadora exclusiva de las almadrabas de Zahara de los Atunes, Conil y Tarifa, ha puesto en marcha la venta online de atún rojo salvaje de almadraba recién capturado, con el objetivo de que, en plena pandemia mundial, el atún pueda llegar desde la almadraba a las casas de los consumidores.

Hay que tener en cuenta que alrededor del 50% del ciente es japonés, mientras que la otra mitad es nacional o europeo.

A falta de diez días para acabar la campaña de pesca, las almadrabas han capturado buena parte de las 1.071 toneladas. "Están siendo muchas horas de trabajo y sin dormir, mucha incertidumbre y muchos nervios", relata la miembro de la OPP 51 sobre una de las campañas más difíciles a las que se han enfrentado el sector almadrabero.

Una almadraba en acción. Foto: Gadira.