A los linenses no les importa ni el calor, ni el cansancio cuando llega el Domingo Rociero. Cientos de ciudadanos se han echado a las calles del centro de la ciudad para disfrutar de un día de gran tradición en el municipio.
A pesar de las altas temperaturas y de la falta de sueño debido a la fiesta que supone la cabalgata del día anterior, las linenses se han puesto sus trajes de flamenca y su mejor sonrisa para llenar el centro de la ciudad de color y alegría.
Así, el centro de la ciudad, su arteria principal, la calle Real, y otra decena de calles aledañas y plazas como la de Cruz Herrera, el Fariñas o la Plaza de la Iglesia, han registrado un gran ambiente alrededor de las distintas barras de bares y restaurantes dispuestas en la calle. Comida, bebida, música y la mejor de las compañías. ¿Qué más se puede pedir? Porque en el fondo ahí está la esencia: el encuentro de grupos de amigos y familia en torno a la comida, la bebida y el baile. Hay quienes han optado por consumir en los bares y en las barras de la calle y otros que han preferido montar su carpa y llevar la comida desde casa. Todo vale para pasarlo bien.
Desde el mediodía sonaban sevillanas y flamenco, una fiesta que se ha alargado entrada bien la tarde para con la fresquita continuarla en el recinto ferial.