El Copo, la historia del esfuerzo y la entrega de una familia

Cuatro hijas de Manuel Moreno, fundador del restaurante ubicado en Palmones, reflexionan sobre su trabajo allí y el futuro que les queda por delante

30 de Diciembre de 2018
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Cada una de ellas trabaja en una parcela distinta del restaurante pero todas comparten un mismo sentimiento: están ahí porque lo eligieron libremente. Aunque cada una optó por un camino profesional diferente, todas comenzaron su relación con El Copo friendo tortillitas en verano, acudiendo al fregadero cuando hacía falta o apoyando a todos en fechas tan señaladas como las navidades o el día de Reyes. Así, un día tras otro, hasta terminar, literalmente, enganchadas al restaurante. 
Reconocen que lo más duro de todo es no poder asistir a las fiestas de las demás, comuniones, bautizos o bodas. Solo puede ir la madre del homenajeado y el resto se pierde ese momento familiar. Pero en la balanza en la que compensan ese déficit colocan los beneficios de trabajar en familia, el apoyo y la confianza mutuas. 
Su padre, Manuel Moreno, ve en ellas un aporte fundamental para el negocio y afirma que si no hubiese sido así quizás El Copo hubiera dejado de existir. Está convencido, además, de que les tocará vivir una época mejor, porque sabrán organizarse y tener un poco de más vida que la que él y su mujer, Mari -a la que todos señalan como el alma del restaurante y de la familia- tuvieron para poder sacar adelante un proyecto que el próximo 2019 cumplirá 40 años. 
Todos confían en que habrá una tercera generación que tomará las riendas. “Al fin y al cabo nuestros hijos están creciendo aquí como lo hicimos nosotros”, nos cuenta Gema, la más veterana de todas al frente del restaurante. 
Estrella, 31 años. Responsable de sala, relación con los clientes y compras junto a Gema.
"Comencé a implicarme en el restaurante cuando la crisis empezó a notarse. Decidimos poner una carta de tapeo, algo impensable aquí en El Copo, y fue ahí donde me puse a trabajar. Al principio me daba vergüenza de todo, pero con el tiempo fui aprendiendo y ahora estoy con Gema en la sala. Creo que me ha tocado vivir una época distinta, nueva. Ahora al cliente le da igual comer comida congelada, y es más importante salir a comer que comer cosas buenas. Por lo general, actualmente la gente prefiere salir siete veces a salir una para comer bien. Lo peor de trabajar en familia es que tus hermanas tienen niños y no los puedes disfrutar, pero también nos apoyamos mucho. Estoy convencida de que habrá una tercera generación que continúe con el restaurante. No voy a luchar para que mis hijos sean algo más que yo, mi ilusión es que se queden aquí".
Divina, 36 años. Aunque se dedica a la administración, echa una mano a la familia cada vez que hace falta. 
"Nosotras desde pequeñas siempre hemos mamado esto. Al principio busqué otras opciones pero enseguida me di cuenta de que lo que quería hacer era quedarme aquí y luchar por lo que había luchado mi padre. Seguir con lo que él cree. Siento esa responsabilidad, sí, pero sobre todo por mis padres, porque lucharon y apostaron por esto. Pero también tengo que decir que estoy aquí porque realmente me gusta. Tuve la oportunidad de elegir y elegir estar aquí. Competencia siempre ha habido y siempre hemos sobrevivido. Los años peores están pasando. Nosotros vamos a nuestra línea, a nuestro aire, nunca miramos al del lado. Simplemente luchamos para sobrevivir. El público actual es muy exigente. Mi padre siempre nos aconseja que seamos buenas personas, que tratemos a todos por igual, que mimemos al cliente, y cuidemos nuestra materia prima, que es lo que nunca debe cambiar".

 
Vanessa, 41 años. Responsable de la repostería, panadería y heladería del restaurante
"Me fui incorporando a El Copo como el resto de mis hermanas y cuando llegó el momento decidí que no quería hacer otra cosa. La repostería siempre la llevó mi madre y cuando ella se jubiló me formé y cogí las riendas. Hay postres que todavía son de ella y que nunca quitaré, como su tocino de cielo. Cuando se dice que hay que innovar, yo digo a mucha gente que mi padre ya innovó con las tortillitas de algas. Claro que nosotras vamos cambiando y vamos haciendo cosas nuevas, pero nunca olvidamos nuestra esencia. Cuarenta años no se pueden tirar por la borda así como así. Mi padre siempre nos ha enseñado a que nunca hay que bajar la guardia con la calidad de los productos y que, ante todo, seamos personas. El cliente, lo primero, y los que trabajamos aquí, una gran familia, trabajando desde el cariño y la humildad. Manuel Moreno está aquí como uno más. Va al mercado, supervisa las cuentas, siempre está en continuo movimiento. Yo no quiero que se jubile, pero tampoco quiero ni debo olvidar a mi madre, que luchó y se mató a trabajar para llevarnos a todos y sacar adelante el restaurante". 
Gema, 44 años. Responsable de sala junto a Estrella.
"Empecé a estudiar Empresariales fuera de aquí, pero no me gustaba estar fuera y me vine a Algeciras. Pensé que mientras me sacaba la carrera podía venir al restaurante a echar una mano. Lo que ocurre con este trabajo es que cada vez te metes más, y más, y El Copo me terminó absorbiendo por completo. Abandoné Empresariales y opté por estudiar Hostelería. Mi padre y mi madre han trabajado como negros para mantener el negocio durante 40 años. Nadie les ha regalado nada. Todo lo que han conseguido ha sido con mucho esfuerzo y mucho trabajo. Por eso aquí todas hemos empezado igual, haciendo de todo. Mi padre siempre nos dice que si vemos un papel en el suelo, que nos agachemos para recogerlo. De este modo sabremos valorar el trabajo que hace la mujer que limpia. Creo que nuestros hijos irán mamando este trabajo poco a poco, como nosotros, y al final cada una de los 11 nietos que ahora tienen mis padres tirará por un lado o por otro. Pero los que estamos aquí lo hemos hecho por voluntad propia".]]>