Esta semana asistimos a un malentendido -pensemos bien, pensemos bien-, que ha causado mucho revuelo, -pensemos de nuevo si merecía tanta atención-. A qué hemos dejado de atender por estar pendientes del exabrupto estéril al que se aferra quien no tiene nada útil que decir… Alguien cuyo apellido coincide con el más alto grado de un escalafón militar -de aquellos polvos, estos lodos-, ha creído que una sesión de control a RTVE era una semana fantástica del Leroy Merlín, y en medio de un furor apocalíptico inédito en este tipo de encuentros ha creído estar delante de un asistente del pasillo de demoliciones. Dicho sea de paso que a los españoles nos maravilla la hipérbole y la coordinación disyuntiva, por igual; si no han pillado para nada la ironía o no atendieron lo suficiente mientras recibían clases de lengua o, aun así, no tienen ningún sentido del humor, ambas posibilidades no son excluyentes, sobretodo, si comulgan el credo que se escora, por pura inercia estructural, a la extrema de la diestra, a la más y muy mejor una, grande y libre única forma de pensamiento, la de quienes padecen, para desgracia de todos, -como ya expuso Hegel- de un atrincheramiento en su propio mundo interno, seres incapaces de habitar un mundo compartido, de vivir en paz. Lo tiro al pozo, mi arma, lo tiro al pozo.
Volvamos a pensar bien, seamos pedagógicos.
Señores y señoras que no comparten la actividad pública actual de nuestra RTVE, existen, porque estamos en democracia, y nos ampara a todos, sí sí, a todos, también a ustedes, cauces parlamentarios para el diálogo, el intercambio de ideas, la oportunidad de discrepar, la legitimidad de poder permitírselo, el derecho a tener ideas propias, no se olviden, recuerden que muchos quedaron en el camino para que hoy seamos libres. Si frente a lo que consideran, y están en su derecho de hacerlo, una pésima gestión de RTVE solo les queda acudir a una gran superficie ideológica franquiciada, por favor, denle otra vuelta, permítanse ser mejores, seguro que pueden serlo, hay margen, de sobra.