Para perro flaco, todos son pulgas

Dris Mohamed Amar
28 de Octubre de 2025
Para perro flaco, todos son pulgas

Hay una sabiduría cruda y directa en el refranero popular, y pocas frases capturan la naturaleza acumulativa de la desgracia como esta. "Para perro flaco, todos son pulgas” es una metáfora precisa de la vulnerabilidad y de cómo los problemas parecen ensañarse con quien menos tiene. La imagen es clara: un perro ya debilitado por el hambre o la enfermedad no tiene la fortaleza para combatir nuevas amenazas. Lo que un perro sano podría sacudirse, para el flaco es una carga añadida.

En la vida humana, el principio es dolorosamente idéntico. Y en el paisaje urbano de Algeciras, tenemos nuestros propios “perros flacos” a la vista de todos: las personas sin hogar. Ellos no solo están flacos de recursos o de suerte; están flacos de dignidad, de calor y de oportunidades.

Para ellos, las “pulgas” no son metafóricas. Son la señalización, las agresiones, el frío que cala los huesos en un cajero, la lluvia que empapa el cartón, la hostilidad de una mirada o la necesidad de rebuscar en la basura por un mendrugo, siendo la pulga más grande y la que más drena la vitalidad, la indiferencia y el desprecio de una ciudad que no les ofrece un refugio digno.

Mientras los medios locales se hacen eco cíclicamente de los problemas de inseguridad o de la necesidad de “limpiar” ciertas zonas, rara vez enfocamos el problema desde la raíz. Estas personas no tienen dónde ir. La sociedad los ha etiquetado, son un peligro, un estorbo, algo a erradicar de la vista pública. Los vemos como un problema de orden, no como un drama humano. Los convertimos en parte de un paisaje incómodo que preferimos ignorar de camino al trabajo.

Y en este escenario, la administración local tiene una responsabilidad que va más allá de las soluciones temporales o las “campañas de frío” que solo duran unos días al año. Hablamos de la necesidad urgente de un albergue que ofrezca dignidad a esas personas desamparadas, un lugar que no sea un simple almacén de gente, sino un punto de partida para la reinserción.

Es fácil perder la perspectiva. Un Ayuntamiento debe gestionar la ciudad, pero no solo para la foto. El lado humano de la política no puede quedar sepultado bajo el ruido de las fiestas o los eventos promocionales. No todo son fotos en clínicas privadas haciéndoles publicidad; la verdadera salud de una ciudad se mide en cómo trata a sus ciudadanos más débiles.

El “perro flaco” de nuestra sociedad no necesita más parches; necesita un techo seguro, un plato de comida caliente, alguien que les escuche. Necesita que dejemos de verlo como una amenaza y empecemos a verlo como lo que es. Un vecino que ha caído al que hay que tenderle la mano.

Las pocas oportunidades que tienen se evaporan cuando no hay una dirección que dar, un lugar donde asearse o una cama donde descansar sin miedo. Es la pescadilla que se muerde la cola: sin hogar no hay trabajo, y sin trabajo no hay hogar.

Como sociedad, debemos unirnos para paliar esta deficiencia. No podemos seguir desviando la mirada. La existencia de personas durmiendo en nuestras calles no es más que el reflejo de nuestro propio abandono hacia los más vulnerables. Es hora de exigir y construir soluciones reales, porque mientras sigamos permitiendo que haya “perros flacos” a la intemperie, todas las “pulgas” de la exclusión, la enfermedad y la desesperación seguirán picando a los mas vulnerables, y esa herida es, en última instancia, de todos nosotros.