El inquietante realismo del Cristo del Amor

El Cristo de los Gitanos de las Doscientas llegó a la Villa en 1990 procedente de La Línea

Sofía Furse.
Periodista
04 de Abril de 2023
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 En las Doscientas viviendas de Los Barrios a primera hora de la mañana sólo se escuchan nuestros zapatos en cada zancada quedamos sobre el pavimento empedrado. Tras el arco, alzas la vista y ahí está, el Templo del Santísimo Cristo del Amor, en la capilla de Nuestra Señora de Fátima. Los rayos solares entran tímidamente a esta humilde capilla que es rica en los cuidados que le proporciona Mari Carmen García, vecina que se deja la piel, desde hace 33 años, para que su Manué -así lo llama cariñosamente- esté en perfectas condiciones. Lo mima, prepara y lava de cabeza a pies para el esperado Martes Santo en la Villa.

"Le digo: Manué, no puedo más, y entonces llegan los costaleros"

"Yo cojo, me siento aquí -señala el banco frente al crucificado- y le digo: Manué, que ya no puedo más, que yo estoy pa' jubilarme con 75 años que tengo. Me siento. Lloro. Le hablo, le cuento mis cosas. Y entonces él lo hace. De repente, empiezan a llegar costaleros y vecinos que me ayudan, y hacen que siga saliendo. Todo mejora y de nuevo estoy metida en el ajo”, relata mientras nos enseña los entresijos y rincones de la capilla, espacio cedido por el Ayuntamiento de Los Barrios y que han ido acomodando los vecinos a lo largo de los años.

Mari Carmen empezó a dedicarse al Santísimo en 1990, año en el que llegó a Los Barrios tras haber recorrido las calles de La Línea. Según relata ella, “era una pasión tan grande que todos se fijaban en este Cristo y dejaban sola a la Virgen, por eso lo echaron”.

Cristo del Amor de Los Barrios. Foto: S.F. / 8Directo.
Cristo del Amor de Los Barrios. Foto: S.F. / 8Directo.

El Cristo del Amor, tallado por Antonio Begijar en 1986, impone sólo con verlo. Su tez morena, brillante, sus rasgos, su pelo natural con ondas de color negro como el tizón, sobre el que yace una sencilla corona de espinas y, sobre su cabeza, un desconchón en el techo a modo de la aureola más humilde. Da la impresión de estar sereno, vestido con un paño de pureza blanco con un cordón en oro. Resaltan sus costillas marcadas. La posición de sus dedos crucificados. Una agonía profunda que llega al alma. Y no es de extrañar. Sus ojos cristalinos te persiguen allá donde vayas. Te inquieta. Un realismo no exento de terror.

El Santísimo Cristo del Amor causó esta misma impresión entre los vecinos, incluso al principio no fue del todo aceptado. Sin embargo, los habitantes de las Doscientas, que son quienes de manera popular conforman la hermandad, han volcado su fervor y actualmente sacan al Cristo de Los Gitanos en procesión, que visita a su paso la Parroquia de San Isidro Labrador cada Martes Santo, a hombros de diecisiete costaleros y costaleras. Esta procesión ya se incluye dentro de la programación oficial de la Semana Santa barreña.

Pasión. Esfuerzo. Paso a Paso. Costaleros y costaleras de Los Barrios y cofrades de La Línea sostienen al crucificado sobre sus hombros, apoyados en almohadones. En su conjunto arroja un peso aproximado de unos cien kilos. Una procesión singular para un Cristo singular.

 

 

Consulta aquí la guía de la Semana Santa barreña.