Hay algo dulce en el ambiente en la Plaza de la Iglesia de Los Barrios. El pueblo espera ya a la cofradía que hablan del Hijo cautivo y del cariño de una Madre que sigue sus pasos, hasta el final. Es noche de Miércoles Santo. Dentro del templo todo está preparado y pronto se encienden las emociones. El capataz Félix Gálvez, del Cristo, y Chemi Pecino, del paso de palio, dedican con ese mismo cariño las primeras levantás a la memoria de Lucía Pérez Tineo, que fue camarista de la Virgen. Lloran los familiares y buena parte del cortejo. Es hora de ponerse en marcha, los rostros se tornan solemnes y los esfuerzos, extraordinarios, pero siempre con ternura, que rima con ese ambiente dulce del exterior. Será el amor de la Villa hacia al Medinaceli y la Paz.
Esfuerzos extraordinario porque la salida de la Parroquia de San Isidro pone varias trabas pero también abastece de tensión y belleza a esos primeros pasos. Una puerta estrecha para una imagen magestuosa del Medinaceli, que se abre a una rampa corta y empinada que acaba, en un par de metros, en una fachada. Músculos, corazón, voz, disciplina y sentimiento. La Banda de Cornetas y Tambores María Santísima de la Palma (Marchena, Sevilla) tocan victoria, se aplaude el esfuerzo y Nuestro Padre Jesús Cautivo marcha por la Plaza de la Iglesia, da luz a Rosario y sigue su camino bendito por las calles de la Villa.
El palio de María Santísima de la Paz transforma la dificultosa salida, como si fuese otra siendo la misma, con el paso rozando la fachada en la revirá. "Qué bonito", dice una fiel que quiere abarcarlo todo con la mirada. Vuelven a sonar las palmas de reconocimiento de los fieles y suena la música de la Banda Municipal de Música de Ronda. Adentrándose por calle Rosario, dejando atrás la torre de la Iglesia, caen pétalos rosas desde una azotea. Alfombra de flores para endulzar el amargo avance de la Virgen que sigue los pasos de su Hijo, cautivo y condenado.
Y así, Los Barrios se llena de escenas de pasión y emoción a cada paso del Medinaceli y la Paz.