A Paco de Lucía le obsesionaba la perfección, y a la vez valoraba la sencillez. Tal vez por eso acabó entablando una buena amistad con Antonio Morales Nogués (Monesterio, 1956), un extremeño afincado en Mallorca que terminó siendo su guitarrero predilecto y, más que eso, un aliado en encontrar la guitarra perfecta, que no era otra que esa con la que él se encontrara más a gusto.
Antonio Morales viene de buena escuela de guitarreros, alumno de George Bowden, y lleva 33 años creando y arreglando instrumentos de cuerdas. Las tres primeras veces que vio a Paco, tras ponerles en contacto un amigo en común para que le diera un consejo como carpintero, no le dijo que hacía guitarras. “El primer encuentro con Paco fue muy cariñoso, como si nos conociéramos de siempre; me cautivó”.
Cuenta el veterano lutier que “con Paco no había un encargo, había una colaboración”. “Era lo suficiente inteligente como para no decirle a un guitarrero lo que tiene que hacer, lo que sí te dejaba claro era qué esperaba de la guitarra en esa época de su vida”, explica Morales.
¿Y qué buscaba? “Paco usaba La Faustino, una guitarra alta y dura, que era lo que necesitaba durante muchos años, y él me decía Antonio, ya no quiero pelearme con la guitarra. La guitarra tenía que tener ese punto de flexibilidad pero no demasiado blanda para que no perdiera esa pegada; los agudos más tensos pero no rígidos, que tenga equilibrio… una serie de cosas que nos costó un proceso entender pero con el paso de los años entendí qué quería”, responde el guitarrero extremeño. Todo era cuestión de sensaciones.
"Con Paco hubo un cambio de concepto a la hora de hacer guitarras que ahora aplico a todos los modelos"
Aquel cambio tenía un motivo que el maestro explicaba a su amigo guitarrero con claridad y gracia: “Decía: cuando yo empecé no había los adelantos que hay ahora de amplificaciones y tal, llegabas a un teatro y tenías que llegar a todas partes con tu sonido, yo metía mi mano y era un serrucho que lo cortaba todo. Entonces tenía que ser una guitarra de más tensión, más alta, dura”. Ya en la que sería su última gira Antonio Morales tuvo que modificar La Faustino, el instrumento favorito en gran parte de su carrera, para adaptarla.
Morales muestra su admiración por su amigo fallecido casi en cada palabra. Incluso cuando se le pregunta cómo era trabajar con Paco y no tenía más remedio que expresar que era “uf, muy, muy exigente; pero tenía una parte de suavidad, no te metía presión ni estresaba”.
La Maestro
Así, en esa búsqueda, nació La Maestro, no la guitarra perfecta sino simplemente la que mejor se adaptaba a las nuevas sensaciones del de La Bajadilla. Paco, el genio de la música que no sabía leer partituras, también era capaz de cambiar la guitarra, de forma literal, sin conocer los complejos entresijos de la fabricación del instrumento. Para ello contaba un aliado meticuloso, amante de su trabajo y que incluso usa cálculos pitagóricos para alcanzar el punto perfecto de sonido. “La Maestro fue fruto de la colaboración de ambos y de un proceso de evolución durante cinco años y muchas pruebas y cambios”, recuerda Morales.
“Yo le llevaba guitarras y él se pegaba meses probándolas y me iba diciendo qué le echaba en falta, y ya iba trabajando con los grosores, estudiaba el varetaje, la barra armónica, el tamaño de la boca, los grosores de las tapas en una zona u otra... ya juegas con eso y reajustas la guitarra. Yo trabajo con unos cálculos pitagóricos. Desarrollo unos cálculos de vientres de hondas y nódulos que van calculando los tipos de armónicos que quieres potenciar, y cuando tienes resuelto el diseño luego vas reajustando con los grosores”. Matemáticas griegas, sonido, sensaciones, manos y naturaleza. Para la última guitarra que no pudo tocar el músico algecireño usó una madera de palosanto de Brasil de 1954 y abeto de Alemania y un diapasón de 67 milímetros en vez de 65 como era habitual.
Antonio Morales reconoce que trabajar con Paco de Lucía supuso un antes y un después “inequívocamente” para su trabajo como lutier. “Antes de conocerle había una tendencia y con Paco hubo un cambio y mucha gente viene buscando esas sensaciones, las cosas que le hacía para él las sigo haciendo; fue un concepto de guitarra que ahora aplico a todos los modelos”, explica el guitarrero, que asegura que “cambió el tipo de guitarra”. “Pero era tan humilde que un día me dijo que estaba preocupado por mí porque entendía que me estaba adaptando mucho a él y temía que eso no sirviera para los demás guitarristas. Me sorprendía esa sencillez y humildad”, afirma, aún extrañado.
Además, el lutier habla con orgullo de su aportación para el último de sus discos: Canción Andaluza. “Un día le pregunté que cómo iba el disco y me dijo que mal, que le faltaban matices, colores. Entonces tenía por allí un alud árabe que decía que no había quien lo afinara, cuyas cuerdas parecen de tender la ropa, también un archilaúd, y un buzuki griego. “Me los llevé y estuve indagando y modificando, y cuando se las devolví las empezó a tocar y esos instrumentos le ayudaron a encontrar los sonidos que necesitaba para el disco”.
Antonio Morales no olvida la triste noticia del fallecimiento de su amigo, hace diez años. “El día anterior habíamos hablado, me preguntó cómo se escribía un instrumento, el guitarró para ponerlos en los créditos de Canción Andaluza”, comenta emocionado. “Lloré como hacía años que no lloraba".