JAVIER PERALTA: "Comprender el cambio climático de Venus nos podría ayudar a evitar una situación irreversible en La Tierra"

El astrofísico algecireño Javier Peralta es especialista en la observación y el análisis del cielo y el clima de Venus

20 de Febrero de 2023
Javier Peralta.
Javier Peralta.

El astrofísico algecireño Javier Peralta, especialista en la observación y el análisis del cielo y el clima de Venus, no puede evitar que le brillen los ojos cuando habla de su vocación investigadora, que le ha llevado a participar en varias misiones espaciales internacionales, y por la que, actualmente, sigue apostando contra viento y marea, tras conseguir una beca del programa Emergia y un destino provisional en la Facultad de Físicas de la Universidad de Sevilla.

El camino no ha sido ni está siendo fácil, pero Peralta confía en poder seguir dando pasos en una fructífera trayectoria que ya le permitió participar, desde 2006 hasta 2014, en la Misión Venus Express, de la Agencia Espacial Europea (ESA), tras haber estudiado Astrofísica en la Universidad de La Laguna (Tenerife), realizar su doctorado en Bilbao, e investigar con datos de la Mars Express de ESA y las misiones Galileo y Messenger de la norteamericana NASA.

Durante 5 años, de 2015 a 2020, este brillante astrofísico campogibraltareño trabajó en la Misión Akatsuki, de la Agencia Espacial Japonesa (JAXA), tras conseguir una de las más prestigiosas becas que existen a nivel internacional. Su objetivo: desentrañar los misterios que aún rodean la atmósfera de Venus, y no solo por lo que supone para el conocimiento científico, sino también porque este aprendizaje puede tener una aplicación práctica para nosotros, los terrícolas. “Necesitamos seguir estudiando Venus para comprender aún más el efecto invernadero que sufrimos en La Tierra, y tratar de averiguar cuál sería ese punto de no retorno a partir del cual, como ocurrió en su momento en nuestro planeta vecino, ya no se podría hacer nada”, explica.

Javier Peralta mira por telescopio.

Actualmente, comenta Peralta, el desafío pasa por determinar qué consecuencias tiene para todo este campo el reciente descubrimiento de posibles indicios de vida en la atmósfera de Venus, relacionados con la detección de una gran cantidad de fosfina en sus nubes. “La fosfina es un compuesto gaseoso que resulta muy difícil de explicar si no procede de una fuente biótica, es decir, sin la presencia de bacterias”, explica Peralta, aclarando que, aunque desde hace un año y medio se ha generado un fuerte debate y serias dudas sobre el estudio de ese compuesto, “la llama ya está encendida”, y el interés por el planeta vecino se ha renovado en las agencias espaciales.


Sonda espacial PLanet C, también conocida como Akatsuki, diseñada por JAXA. Foto: Narita Masahiro

De hecho, la NASA ya ha aprobado dos nuevas misiones a Venus, la DaVinci+ y VERITAS, y también prepara una misión, aún más ambiciosa, con la agencia rusa, la Venera-D, empeñada en posar sobre la superficie de Venus algún tipo de artefacto que sea capaz de resistir enviando señales durante varios meses. Algo que, a día de hoy, aún parece ciencia ficción. “Hasta ahora, lo máximo que ha aguantado una sonda terrestre en Venus han sido apenas dos horas... Hay que tener en cuenta que la superficie de

Venus está a 480 grados, y que su presión atmosférica es 90 veces superior a la de La Tierra, por lo que cualquier artefacto que se pose en su superficie termine aplastado y achicharrado en poco tiempo”, aclara el científico algecireño.

MIEMBRO DE ENVISION, LA NUEVA MISIÓN ESPACIAL EUROPEA A VENUS

Además de estas misiones, la Agencia Europea ESA ha impulsado la Misión Envision, que se lanzará al espacio a finales de los años 20, y que cuenta con un equipo internacional del que Javier Peralta ha conseguido formar parte. “Dentro de algunos años ya empezaremos a preparar las herramientas para analizar los datos de esa nueva misión europea, que se va a centrar fundamentalmente en el estudio de la superficie de Venus, de la que apenas hemos tenido novedades desde principios de los años 90, hace ya más de 30 años, con la Misión Magallanes de NASA”, comenta ilusionado el algecireño, que, aunque lejos físicamente de Japón, sigue formando parte todavía de la Mision Akatsuki, que significa amanecer, y de la que continúa llegando información que hay que seguir analizando.

“La peculiaridad de la misión espacial japonesa, que alcanzó la inserción orbital en diciembre de 2015, era que contaba con cámaras capaces de captar los diferentes niveles de nubes que existen en la atmósfera de Venus, permitiéndonos estudiar un fenómeno muy específico de ese planeta: la superrotación atmosférica, que se da también en una de las lunas de Saturno y en muchos exoplanetas, con diferencias enormes de temperatura entre el lado diurno y el nocturno”, explica este especialista en la dinámica atmosférica, que cree que en los próximos años se producirán importantes avances en esta materia.

“La atmósfera de Venus está compuesta actualmente en un 98% por CO2, que no deja escapar la radiación al espacio y la devuelve a la superficie, produciendo un sobre calentamiento brutal... El desafío está en averiguar qué pasó en ese planeta, que debería

ser oscuro y frío para que el efecto invernadero se disparase de esa manera de forma, digamos, natural, y qué podemos hacer los seres humanos para impedir que el cambio climático al que nosotros sí estamos contribuyendo en nuestro planeta nos lleve a una situación que ya pueda ser irreversible”, añade.

Tal y como continúa detallando el científico algecireño, “la Misión Akatsuki ya permitió confirmar que Venus tiene vientos muy fuertes, de más de 400 kilómetros por hora, y que su atmósfera gira unas 60 veces más deprisa que la superficie del planeta”. Por otro lado, la excesiva lentitud de su rotación, unida a la intensidad de su fuerza centrífuga, convierten a Venus en un laboratorio para poder estudiar, a escala planetaria, la dinámica atmosférica de fenómenos terrestres como los tornados o las super-células de tormentas.

“Además, la Misión Akatsuki nos ha brindado ciertas pruebas de que podría estar ocurriendo un cambio climático en Venus, lo que lo convertiría en el primer planeta del Sistema Solar, aparte de La Tierra, cuyo cambio climático pudiéramos observar, en tiempo real”, explica Peralta, cuya tarea investigadora se centra ahora en averiguar si algunas de las conclusiones sobre ese estudio podrían ser aplicables a La Tierra.

Recientemente, un estudio publicado en la prestigiosa revista Nature permitía arrojar algo más de luz sobre la meteorología nocturna de Venus, gracias a un nuevo método que permite procesar las imágenes recogidas, precisamente, por el orbitador espacial de Akatsuki. Entre los 15 firmantes de dicho artículo se encontraba Javier Peralta. Y no dejó de llamar la atención el hecho de que lo hiciera vinculado a una institución poco habitual en una publicación científica: el colegio Huerta de la Cruz, en Algeciras.

LA ODISEA DE UN CIENTÍFICO EN BUSCA DE UN TRABAJO ESTABLE

El contrato de Javier Peralta en JAXA era por un periodo de 5 años, el máximo permitido en el país nipón. Consciente, pues, de que aquella increíble experiencia profesional tenía fecha de caducidad, Javier Peralta comenzó a buscar trabajo con bastante tiempo de antelación... Yconlaideadevolver,sinoa España, sí al menos a Europa, más cerca de su familia.

No lo encontró, y regresó al hogar familiar en marzo de 2020, ya en plena pandemia y, por tanto, en una situación de absoluta sequía para intentar encontrar trabajo. Aún así, intensificó su búsqueda, presentando su candidatura a más de 20 convocatorias... Y con todo el trabajo que ello conlleva en cualquier campo científico, en el que, obviamente, no basta con enviar un currículum: hay que elaborar un proyecto de investigación, un calendario de ejecución y un presupuesto para llevarlo a cabo, y acreditar infinidad de méritos, pues la competencia es brutal y el nivel, muy alto.

Para algunas de esas convocatorias, como la de las becas europeas Marie Curie, se necesitan dos o tres meses mínimo para preparar la candidatura, y también requieren que se les dedique su tiempo, ya en España, las becas de captación de talento de las comunidades autónomas. “Además, cada beca tiene su propio formato, y es difícil reciclar el trabajo que has hecho en una y aprovecharlo para otra... Y luego están los calendarios, que son muy irregulares, y que, en el caso de España, además, varían mucho de una comunidad autónoma a otra, y tienes que estar muy atento para que no se te pasen los plazos y te dé tiempo a prepararlo todo. En mi campo, buscar trabajo ya es, en sí mismo, un trabajo”.

Pero estos problemas no solo se dan en las convocatorias de investigación, porque en lo que respecta a la docencia, este científico algecireño ha vivido también su propio peregrinaje. Según lamenta, intentar por ejemplo acceder a dar clases en la Universidad es toda una odisea, con la dificultad añadida de que “si has desarrollado una carrera puramente investigadora, y no tienes experiencia docente, tienes problemas para acreditarte, según los criterios del sistema nacional de evaluación, la ANECA, que, además, cambian cada año”.

Además, en algunas autonomías de España existe otra dificultad añadida, según resalta Peralta, que dificulta aún más la incorporación de talento investigador a las distintas universidades. “Por ejemplo, yo intenté volver al País Vasco, a trabajar con el grupo de Ciencias Planetarias y con mi director de tesis, ya que ellos hubieran estado encantados de tenerme de vuelta. Pero su universidad oferta solo plazas bilingües, y te puedes olvidar si no sabes euskera”. Una limitación, la de la barrera del idioma, que achaca al uso político que se hace de las lenguas y que, en casos como este, limita la incorporación de talentos a la Universidad y va en detrimento de la difusión del conocimiento científico.

Pero no es este el único hándicap con el que se encuentran los investigadores postdoctorales españoles. Otro, común a otros países, es un sesgo de edad, consistente en un límite temporal relativo al número de años que hayan transcurrido desde la defensa de la tesis, y que rara vez puede ser superior a diez. Es lo que ocurre, por ejemplo, con la beca Ramón y Cajal. “Yo la he solicitado cada vez que he podido, y jamás he pasado del puesto 70, y eso que tenía ya más de 40 publicaciones en mi haber... Hace años, era bastante más fácil obtenerla,
pero de un tiempo para acá se ofertan muchas menos, la demanda es altísima, y se ha formado una especie de embudo. Y para solucionarlo, en lugar de invertir más en ciencia y ofertar más plazas lo que se ha hecho es mantener este tope de edad, dejando abandonados y sin apenas posibilidades de estabilización a varias generaciones de investigadores que pagamos las consecuencias de la crisis económica años atrás”, se queja.

Desde una azotea de Algeciras.

Otra dificultad es el de los temas de investigación que se consideran prioritarios, y que son los que se suelen llevar muchos de los recursos, además de los que tienen que ver con los intereses económicos propios de cada país. “Actualmente se usa la Agenda 2030 como excusa para no financiar líneas de investigación que no tengan que ver con los objetivos de desarrollo sostenible. Afortunadamente, en mi caso, el estudio de Venus sí tiene relación con el cambio climático, pero tengo colegas que se dedican a otras áreas importantes para las que no consiguen financiación. Esto tiene que ver también con el que los gobiernos no vean utilidad a nada que no dé fruto o beneficios a corto plazo”, explica el algecireño.

Ante ese complejo panorama, amante de la divulgación científica, y con el único precedente de haber dado anteriormente algunas charlas en colegios, Javier Peralta aprovechó el confinamiento de la primavera de 2020 para replantearse su vida profesional y obtener, de manera online, el Máster del Profesorado: un título que, al menos, le permitiera intentar ganarse la vida como profesor de instituto si la investigación científica no volvía a darle para vivir. De su por ahora breve incursión como profesor de Secundaria, Peralta guarda la curiosa anécdota de haber firmado, como profesor del colegio Huerta de la Cruz, donde realizó las prácticas del máster, la ya mencionada investigación para la revista Nature.

No deja de llamar la atención que un investigador con el currículum de Javier Peralta siga luchando aún contra la precariedad, pero su caso no es, ni mucho menos el único, ni tampoco el más llamativo. “Con la crisis económica y los recortes, hay toda una generación de investigadores que nos hemos quedado literalmente tirados, y muchos de los cuales nos hemos tenido que ir del país”. Y los que, como él, intentan regresar, denuncia, se enfrentan a toda una verdadera carrera de obstáculos y a un sistema de evaluación de méritos “obsoleto”, lento y poco flexible.

En lo que respecta, concretamente, a la Astrofísica, Peralta advierte de que no solo se necesita más mano de obra, porque no dan abasto para analizar todos los datos que continuamente llegan de las distintas misiones espaciales, sino que hace falta, ya, a nivel internacional, una transición al Big Data y a herramientas de Machine Learning. “No hay espacio físico ni discos duros suficientes como para poder almacenar todos los datos que estamos acumulando ahora, por lo que urge depurar, mediante Big Data, qué datos conviene conservar y cuáles hay que borrar. Y también necesitamos enseñar a las máquinas a interpretar datos científicos, porque con las herramientas tradicionales es ya humanamente imposible. Da un poco de vértigo, pero esa es la nueva revolución que está experimentando ya la ciencia, y por ahí pasa el futuro”.

Este artículo fue publicado en el número 3 de la revista SIROCO MAGAZINE, en 2022.